Refugiados en territorio hostil
Canarias 7, , 27-11-2015Jacques Audiard se quedó a las puertas de la Palma de Oro en 2009 con su película El profeta. En esta última edición de Cannes, el cineasta profundizó en la capacidad humana para sobrellevar la adversidad y se alzó, al fin, con el deseado premio por su obra Dheepan, un desgarrador retrato de la inmigración centrado en tres supervivientes de la guerra de Sri Lanka.
Dheepan es el nombre del protagonista de esta historia, un guerrero, en concreto, un tigre tamil que, tras perder a su mujer y a sus hijos en el conflicto, decide asociarse con una niña y una mujer para hacerse pasar por una familia y conseguir un visado que le permita entrar en Francia.
El extraño trío lo consigue y empieza a abrirse camino en un territorio europeo que les es hostil. En calidad de refugiados y sin entender una palabra en francés, les ceden un techo bajo el que dormir en un barrio de la ultraperiferia donde los narcotraficantes comercian a sus anchas. De forma natural, Audiard consigue que el espectador empatice con la angustia de los recién llegados, atormentados por los problemas de comunicación, la marginalidad abrumadora del barrio y la desconfianza que existe entre ellos.
La presión en el pecho se acrecienta con el crudo realismo que le impone a un relato pausado y con los diálogos medidos, en el que se subraya la amarga soledad de estos supervivientes marcados por las cicatrices de la guerra.
El ambiente en el que se desenvuelven los recién llegados se presta al drama. Audiard muestra una Francia decrépita y marginal, poblada por los restos del naufragio europeo del estado del bienestar. En este sentido, coincide con otras cintas recientes que centran su mirada en el deterioro espeluznante de los servicios públicos en el país galo, como Hipócrates (2014), de Thomas Lilti, o La profesora de historia (2015), dirigida por Marie – Castille Mention – Schaar.
Con estos mimbres, el cineasta no solo conmueve al espectador sino que lo sume en la más profunda tristeza al imaginar la clase de tragedias que esperan a los millares de sirios que han dejado toda su vida atrás huyendo de la muerte y la desolación.
Por todo ello, el inopinado giro final de la historia chirría. No hacía falta insuflarle adrenalina echando mano de la ficción más burda y efectista. La película no lo merecía y el espectador, a esas alturas del metraje, tampoco lo necesitaba. De lo contrario, quizá la última aventura de James Bond hubiera sido la elección más adecuada.
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