‘Tú puedes pasar.... Tú a la jaula’
Los países balcánicos rechazan a refugiados que no lleguen desde Afganistán, Siria e Irak
El Mundo, , 21-11-2015El adolescente no tiene papeles para seguir, pero enseña su espalda, el único pasaporte que puede presentar. Su carne está lacerada por decenas de latigazos. Algunas cicatrices son del tamaño de un dedo e indican que el objeto con el que fue golpeado le arrancó parte de la carne. Sólo alcanza a decir unas palabras en inglés: «Estoy aquí encerrado porque soy de Pakistán. Me han devuelto desde Croacia. Si vuelvo a Pakistán tendré problemas». Y vuelve a hacer el ademán de levantarse la camisa, para que los periodistas sepan a qué tipo de problemas se refiere. A la siguiente pregunta –cómo te llamas– ya no responde, porque un policía corta tajante la entrevista y se pone a pedir acreditaciones que no existen.
Este joven paquistaní está retenido, junto a un grupo de compatriotas, en un pequeño cercado a modo de jaula. Les acompañan dos marroquíes en la misma situación. Ellos son la primera prueba tangible de los nuevos filtros impuestos en los países balcánicos. Desde el jueves, sólo atravesarán estas fronteras los sirios, iraquíes y afganos, considerados refugiados de primera por venir de países en guerra. Al resto no se le permitirá el acceso, pero aún no hay una decisión en firme sobre qué hacer con ellos, según reconocen fuentes humanitarias, «aunque la deportación sería lo más sencillo».
A unos metros de la jaula se encuentra la frontera provisional entre Serbia y Croacia, que no es otra que los raíles de la vía del tren. En el propio andén, la policía separa a los que pueden seguir trayecto de los que no. Para recordar a qué nacionalidades hay que negar el acceso, los agentes croatas han colgado en ese apeadero una lista bien visible con ocho nombres: Marruecos, Pakistán, Bangladesh, Congo, Liberia, Argelia, Sri Lanka y Sudán. Entre ellos hay dos países al menos que sufren largos y mortíferos conflictos: Congo y Sudán, pero los policías croatas no están para sutilezas. Nadie sabe qué les ocurre a los que llegan de Eritrea o Somalia, que no aparecen en el cartel. Los atentados de París y la presión ejercida por los ministros del Interior de la Unión Europea han dado sus frutos. El mensaje de esta mañana otoñal en la estación de tren de Sid es claro: sólo entrarán los refugiados de Irak, Afganistán y Siria. El resto, refugiados o inmigrantes económicos, irá a la jaula y será devuelto a la anterior frontera.
Hasta aquí el flujo ya ha sido filtrado en Idomeni (Macedonia), donde hay un tapón de 5.000 personas varadas en la frontera que viajan sin documentos sirios, afganos e iraquíes. Están empujando por entrar a Serbia, aunque sea campo a través. La negativa de las autoridades a dejarles seguir viaje ha elevado la tensión. Todos gritan y muestran sus permisos de viaje a Europa expedidos en las islas griegas, así como su petición de asilo. Por lo visto, no entrarán por los Balcanes. Los pocos paquistaníes que han conseguido entrar, como el chico de las cicatrices en la espalda, «lo han hecho por sus propios medios, en taxi o en coche de traficantes de personas», dice uno de los agentes del puesto fronterizo. A unos 50 metros, llega otro grupo de inmigrantes, también vigilado por la policía y sin acceso al andén hacia Croacia.
Con esta medida, los países balcánicos, que aún no son espacio Schengen, cierran el paso a un porcentaje del 20% aproximadamente de los que hacen la travesía. Eso no conllevará necesariamente que no lleguen a la Unión Europea. Fuentes humanitarias creen que, como consecuencia de esta decisión, los inmigrantes económicos abrirán una nueva ruta para sortear los Balcanes. Tienen dos posibilidades: por el sur, hacia Albania e Italia, o por el norte, hacia Rumanía. El resto, los que sí pueden pasar, seguirán por el mismo camino.
Tanto Acnur como Unicef desaprueban esta decisión en una nota conjunta: «En el último par de días, hemos visto cómo estos países han empezado a cortar el movimiento de refugiados desde Grecia a los Balcanes por motivos de nacionalidad. Esto no tiene nada que ver con el punto de vista humanitario, legal y de seguridad. Por eso, estos países están creando tensiones en las fronteras y un efecto dominó», afirma Adrian Edwards, el portavoz de Acnur.
Una fila incesante de personas cargadas con bultos llega en autobús desde Presevo, en la frontera con Macedonia. Previo paso por un restaurante de carretera abandonado, donde muchos aprovechan para dormir algo, llegan a esta estación de ferrocarril, ya territorio croata. Se trata de la primera colaboración entre ambos gobiernos desde antes de las guerras balcánicas. De hecho, en el registro participan los agentes de los dos países, que se carcajean al unísono contando chistes machistas cuando ven a tres adolescentes cristianas atravesar la pasarela. Mientras tanto, nueve policías van llenando los trenes de gente, vagón a vagón, hasta que se llena. Seis mil personas en total en una mañana. Por la tarde llegará otro. Y otro por la noche. La ruta no se detiene aunque los que la recorren lleven días sin dormir, la moral por los suelos y el bolsillo vacío.
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