Kodro: «Enseguida me di cuenta de haber venido al mejor sitio»
El delantero bosnio llegó de un país en guerra, se enamoró de Donostia en cuanto la vio, fue un gran goleador en la Real Sociedad y ahora es entrenador
Diario Vasco, , 22-11-2015El kodrazo fue un arma que desestabilizó a los rivales de la Real Sociedad, cuando Meho Kodro se convirtió en su delantero goleador. Procedente de un país con la guerra a punto de estallar, encontró en el fútbol un trabajo con el que ha logrado estabilizar a su familia y ser feliz en Donostia. Meho es muy sincero en la entrevista, que realizamos en el claustro del Museo San Telmo, un buen sitio para confesarse.
- Hola Meho. ¿Qué tal vive?
- Muy bien, en Donosti no puede ser de otra manera.
- ¿En qué ocupa su vida?
- Vivo aquí, a la espera de que me salga algún trabajo de entrenador y, mientras tanto, hay cosas también que atender, por ejemplo a mi hijo Kenan, que juega en Osasuna y voy a verle de vez en cuando. Tengo conmigo a mi mujer, Aza y a mi hija pequeña, Meleiha, que va al colegio y mi hija mayor, Dalila está en Sarajevo. Estoy entre Pamplona, Sarajevo y Donostia.
- ¿Dónde se siente más a gusto?
- Dicen que la casa de uno es donde está su familia y mi familia ahora mismo está aquí y me siento muy bien en San Sebastián. No sólo ahora, sino que desde que vinimos en el año 91. Hubo un enamoramiento con la ciudad y sus gentes. Todo lo que ha venido sucediendo a nuestro alrededor ha confirmado aquella buena primera impresión y por eso estamos muy contentos de vivir aquí, a pesar de que tengo también familia que atender a muchos kilómetros. Voy a menudo a Bosnia, pero insisto que mi casa está en San Sebastián.
- Quién se lo iba a decir cuando llegó que iba a mantener un idilio con la ciudad.
- Pues la primera vez que me trajeron, al llegar desde Bilbao, y ver las luces de San Sebastián sentí algo intuitivo que me llevó a pensar que ésta iba a ser mi ciudad y así ha sido. Me llevaron al hotel Monte Igueldo y cansado del viaje me fui a dormir sin apreciar bien la ciudad. Al día siguiente, al abrir la ventana observé lo preciosa que es la ciudad, con aquel gran sol y la playa poblada, porque era septiembre e incluso había gente bañándose. Me enamoré de esa vista y lo que pensé al llegar se confirmó al día siguiente. Había llegado al mejor sitio.
- Además dejaba un país difícil en aquel momento.
- Yo venía de un país complicado, porque la guerra no había comenzado en Bosnia, pero se veía venir y tuve la suerte de salir y traer conmigo a mi mujer y mi niña aún pequeña de nueve meses. También vino mi hermano Mela y pude encontrar un trabajo aquí y escapar de aquella barbarie.
- Pero muy pendiente de la gente que dejó allí.
- Absolutamente. Era imposible no hacerlo. La guerra es algo continuo, pasaba día a día. Es muy difícil de explicar e imposible no prestarle la atención día y noche. Fue terrible, porque además de mis padres, que se quedaron allí, también dejé muchísimos amigos y más familia… Toda mi infancia quedaba en un país en guerra. Mientras yo estaba aquí muy bien, mi ciudad, Mostar, ardía y cada día moría mucha gente conocida. No deseo a nadie vivir esas situaciones tan complejas de explicar, porque cuando se habla de cosas tan profundas, las palabras se quedan muy cortas y no se puede explicar realmente lo que pasa.
- Nació en Gubavica.
- Ese es mi pueblo de nacimiento. Viví allí tres años y después nos acercamos un poco más a Mostar, porque mi padre encontró un trabajo en otro pueblo más cercano a la ciudad. Yo salí de Gubavica en contra de mi deseo y me considero refugiado o inmigrante cuarenta y cinco años, desde que dejé el pueblo en el que nací. Siento que soy un emigrante.
- Tema de actualidad el de los refugiados, que supongo que sigue con mucho interés.
- Desde luego. Lo que está pasando en el Mediterráneo es terrible. Los políticos pueden hacer de todo, pero los intereses económicos están por encima y cuando no estén presentes, a alguien se le ocurrirá poner punto final a esta barbaridad que se vive en Siria. No sé cuándo, pero todo tiene que tener su final, porque lo que estamos viendo es terriblemente fuerte, muy desagradable. Es muy difícil no emocionarse ante tanta gente que tiene que abandonar su tierra y salir a buscar quién sabe qué, porque no es una búsqueda de algo, sino una escapada. Que los que pueden hacer algo permitan lo que está pasando es muy vergonzante para todo el mundo. Los que hemos vivido eso quizás somos más sensibles a estas situaciones, pero creo que cualquier persona que ve lo que está pasando con los niños, las mujeres, las personas mayores… con todos en general seguro que tiene ganas de ayudar de alguna forma y gritar a los que pueden hacer algo que acaben con esto. No sé si va a acabar ni cómo.
- Mientras pasó todo aquello y el mundo sigue revuelto, Kodro triunfó en el fútbol. Vamos a ello.
- Cuando era pequeño pensaba que era bueno. Empecé en el Velez Mostar jugando de extremo derecho y cuando faltó un jugador me pusieron de central, metí un gol y lo hice bastante bien, hasta un partido en el que marqué un gol de córner y otro de falta y a partir de ahí el entrenador me dijo que tenía que jugar más arriba para seguir metiendo goles. Empecé a ser delantero.
- Y llegó la llamada de la Real…
- Entonces jugaba en el Velez Mostar y para la que era selección yugoslava y recibí a la vez tres ofertas, una de la Real, otra del Nancy de Francia y la tercera del Borussia alemán. Mi segundo entrenador conocía a John Toshack y éste le llamó para preguntar por mí y después de esa conversación me convenció para venir a la Real, porque me dijo que habían jugado juntos en Gales y que viniera a probar.
- Pero su llegada a Zubieta fue para una prueba
- No, yo les dije que no quería hacer una prueba, pero hubo un medio engaño ahí y me llevaron al campo de arriba y mi amigo Javier Expósito, a quien mando un abrazo, llevó una cámara para sacar unas fotos para dárselas a Toshack.
- Ya recuerdo que llegó en el maletero del coche para que no le viéramos.
- Creo que era en la parte trasera del coche, bastante oculto, escondido. Y si era una prueba ya te digo que no la hice bien, porque estaba muy nervioso. Creo que el entrenamiento lo hicieron a mi medida, pero fallé mucho, hasta que se me acercó Toshack y me dijo: «Eh tú, no te preocupes que estás fichado». Y a partir de ese momento ya no recuerdo si volví a fallar.
- Con 23 goles en la temporada 93/94 y 25 en la siguiente, segundo en el Pichichi después de Iván Zamorano, se fija nada menos que Johan Cruyff. Pide a la Real que le deje ir y setecientos millones de pesetas cierran el traspaso.
- Así fue. Me dejaron marchar, pero tengo que decir que cuando empecé a seguir el fútbol en la final del 74 con el gol famoso de Muller que dio el triunfo a Alemania sobre Holanda, Johan Cruyff era el mejor jugador del mundo y me enamoré de su fútbol. Cuando era un niño tenía unos cuantos ídolos, casi todos de Velez, que los tenía al lado y de fuera, a Cruyff. Un día, en la primavera del 95 suena el teléfono en casa y cuando lo cojo oigo una voz que dice aquí Johan Cruyff. Para mí era todo, ya me podía morir, porque aunque no me fichara, que me llamara Johan a mi casa y me dijera que quería que jugara en su equipo era lo más. Y así fue, no tuve dudas y aunque estaba fenomenal en la Real, una llamada de Cruyff no la podía dejar pasar.
- Y cuando Cruyff se va, Kodro sobra en el Barça.
- Esa es la palabra, no hay que andar con tapujos. Yo les sobraba porque ficharon a Ronaldo y cuando me lo explicaron les dije todo chulito que pelearía con él. Me dijeron muy claro que no podía ser. Los futbolistas muchas veces somos de usar y tirar y eso me pasó. Estuve un año en el Barça y tampoco hice una gran temporada, marqué quince goles, que es poco para un club así. Salí al mercado y tuve tres ofertas, el Ajax, entrenado por Van Gaal, Benfica y Tenerife. No quería salir de España y me fui con Heyckens, que triunfaba con el Tenerife. Luego estuve en el Alavés, pero ya me sentía cansado, no quería engañar al fútbol y aún tuve tres meses finales con una buena oferta del Maccabi, hasta que se declaró la guerra de Israel que nos hizo plantearnos salir de allí. Volvimos a Donostia donde seguimos. Me convertí en entrenador.
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