«Vídeo, vídeo», cuchicheaban grupos de chavalines a oídos de los periodistas. Los críos de Saint Denis están habituados a convivir con el menudeo, de hachís fundamentalmente, y ayer intentaban sacar algunos euros gracias a las filmaciones que habían realizado con sus móviles durante el asalto o poco después. Cosas sin interés.

Saint Denis, una población casi pegada a la frontera norte de París, con 100.000 habitantes y una elevada densidad de población, tiene mala fama. Es la ciudad francesa con mayor índice de delincuencia: 166 delitos anuales por cada 1.000 habitantes. No se trata de una ciudad especialmente violenta. También es la ciudad de Francia más cosmopolita: el 28% de los residentes son inmigrantes, el 70% de los niños tienen padre o madre extranjeros y se cuentan más de 130 nacionalidades distintas.

«Esta es una zona popular, muy variada, con sus problemas, pero no es mal lugar para vivir», comentaba Daniel González. Este hombre de 47 años, hijo de españoles, empleado en un supermercado Printemps, nació en el X distrito de París, muy cerca de la sala Bataclan, donde se registró la peor matanza del viernes pasado. A los siete años su familia se trasladó a Saint Denis. El miércoles de madrugada, minutos antes de las 4.30, le despertaron varias detonaciones y gritos. Se asomó a la ventana. «¡Adentro, adentro!», le gritó un agente. La policía estaba asaltando una casa vecina, donde se ocultaban varias personas implicadas en los atentados. «Ya es mala casualidad, ¿no?». Hasta las 10 de la mañana, con las cosas más calmadas, no se atrevió a salir a la calle.

Con todo su cosmopolitismo, su variedad idiomática y su ambiente magrebí, Saint Denis constituye uno de los núcleos sentimentales de Francia. Para muchos católicos, y para muchos franceses, la basílica representa un resumen de la historia nacional: se erige donde fue enterrado Saint Denis, primer obispo de París y patrono de Francia, empezó a construirla Pipino el Breve, padre de Carlomagno, y alberga los restos de 42 reyes y 32 reinas, incluidos Luis XVI y María Antonieta.

También alberga otro templo, laico en este caso: el Estadio de Francia, donde juega sus partidos domésticos la selección nacional. La basílica y el estadio son imanes para el turismo, lo cual contribuye a enriquecer la mezcla de gentes que llena sus calles. Su alcalde, el ex comunista Didier Paillard, declaró el viernes, tras las explosiones a las puertas del estadio, que nadie debía «buscar terroristas en Saint Denis». «El cuartel general del Estado Islámico no está aquí, en los suburbios», añadió. Otra mala casualidad. Resultó que sí, que varios de ellos sí.