El equipo de los héroes del mar

Ocho guipuzcoanos voluntarios acudirán a la isla griega de Lesbos para el rescate de desplazadosDesarrollarán su labor en las playas, lugar crítico para la llegada de las embarcaciones de quienes pretenden alcanzar tierra

Diario Vasco, ANA VOZMEDIANO, 18-11-2015

Son una de las caras del drama de los refugiados que se cobra vidas en el Mediterráneo. No se trata ni de ministros que pactan cupos, ni de funcionarios que tramitan papeles. Son un grupo de guipuzcoanos que el 1 de diciembre partirán a la isla griega de Lesbos para hacer lo que saben hacer tan bien: sacar del agua a aquellos refugiados que están a punto de ahogarse cuando llegan a Europa a través del Mediterráneo, en busca de un lugar en el que vivir en paz. Muchos de ellos pierden la vida durante la travesía, pero es muy frecuente que lo hagan cuando están a punto de acabar su aventura y arriban cerca de la costa, ya casi en la playa. Dicen que ver tierra y tenerla cerca hace que se muevan con un ímpetu que vuelca las embarcaciones.

Un grupo de instructores de la Escuela Naútica de Getaria, que provienen de Donostia, Orio, Zarautz y Eibar, quiere evitarlo y hacerlo de una forma organizada y protocolizada que les permita que su labor sea útil. No saben cuántas horas pasarán en el mar al día, pero no tienen ningún miedo al agotamiento.

Imanol Gómez Muñagorri, Asier Nieto Ibiriaga, Ibai Jauregi Otegi, Beñat González Ipinza y Borja Olabegogeaskoetxea son cinco de los ocho guipuzcoanos que van a partir hacia Lesbos en una primera tanda. Imanol y Beñat son ertzainas y expertos en rescates acuáticos, además de voluntarios de la Cruz Roja.

El primero tiene cuatro hijos y el segundo dos, pero tanto los niños como sus parejas les conocen bien y su decisión de ir hasta Grecia no les ha cogido por sorpresa. Borja ha dejado su trabajo como oficial de técnico naval porque cree que su destino ahora mismo está en un mar en el que hay víctimas cada día, «más de las que salen en la televisión». Pese a que su decisión no sentó muy bien a su jefe, en el fondo cree que entendió lo que iba a hacer.

Asier tiene 22 años y estudia Ingeniería Electrónica. Ibai tiene 33 y hace oposiciones para ser bombero. Ambos tienen novia, comprensivas con su vocación de socorristas en ambos casos. Sus madres también, les han dicho que «¡venga!», que «¡adelante!», sonríen los dos.

Beñat ironiza: «Vamos a ver, si una persona dice que se va al monte, a escalar el Himalaya durante un mes o que se va a cazar quince días, nadie se extraña y su familia no dice nada. ¿Por qué es tan difícil de entender que nosotros vayamos a Lesbos para intentar salvar a la gente de morir ahogada?».

Abrir camino

Este primer grupo de ocho personas del que van a formar parte estos cinco hombres va a ser el encargado de abrir camino a posteriores recambios que pretenden seguir con su labor «hasta que todo esto acabe». Por eso no saben cuándo volverán. Con dos autocaravanas, una furgoneta grande, dos remolques y dos embarcaciones irán hasta Barcelona por carretera y desde allí viajarán en ferry hasta Atenas, la capital griega desde la que saldrán hasta Lesbos, una isla de 60 kilómetros cuadrados.

«Lo que ocurre es que está rodeada por otros islotes a los que también llegan estas personas en sus embarcaciones, que serán más grandes conforme empiece a hacer más frío y que tendrán más riesgo. Por eso, lo que planteamos es establecer un campamento itinerante en las playas que pueda moverse en función de las necesidades. Nuestra tarea va a estar en el mar, solo en el mar. Tenemos que sacar a la gente del agua con vida y, una vez en tierra, hay otras organizaciones que se ocuparán de ellos. Nosotros no vamos a dar mantas, ni a buscar refugios, que también son necesarios. Solo queremos salvar vidas. Y aunque hay gente en tierra, no hay nadie en el agua y por eso se ahogan tantas personas».

Una nueva ONG

Para toda esta operación se están volviendo locos con los trámites y con la burocracia que exigen, aunque ya han estado en contacto con la Diputación a través del diputado de Cooperación, Denis Itxaso. Porque aunque tienen las cosas más que claras respecto a cómo van a organizarse, qué titulación y experiencia van a exigir a todos aquellos que se presenten voluntarios, les faltan papeles que les permitan, incluso, contar con una cuenta corriente a la que la ciudadanía o las empresas puedan aportar fondos.

«De momento tenemos el dinero que tenemos en nuestros bolsillos», matiza Borja, aunque sabe que no será suficiente para esta nueva ONG que han tenido que crear que es Salvamento Marítimo Humanitario, al margen de Cruz Roja que ha resultado ser una entidad demasiado grande para albergar iniciativas como estas.

Lo que ocurre ahora y, más allá de esa colaboración económica que van a necesitar, es que están seguros de que saldrán el 1 de diciembre y quieren salvoconductos institucionales que les permitan salvar fronteras, adentrarse en un mundo que dominan las mafias, y poder realizar su labor sin que se les pongan obstáculos. A estos inconvenientes es a los que tienen miedo y no al mar. «Sabemos que podemos pasar toda la noche mojados, que nos enfrentaremos a un agua muy fría y a personas desesperadas, pero lo más complicado son todas las cortapisas con la que nos podemos encontrar».

Porque ellos van a ir preparados, tienen experiencia en rescates – Imanol estuvo en la inundación del camping de Biescas – , y van a tenerla también aquellos que quieran sumarse una iniciativa en la que ya participan 16 personas de forma directa, más otras que trabajarán desde aquí.

El día 1 saldrán los ocho primeros, en principio hasta el 20 de diciembre, pero la segunda saldrá el 15, de manera que ambas expediciones se solaparan. Quienes quieran ser voluntarios deben poseer ese punto que tienen los héroes, pero también el título de socorrista acuático, de buceador o ser patrón profesional, es decir, que haya estado embarcado al menos 730 días «con sus 730 noches». ¿Primero hay que salvar a las mujeres y a los niños? «Lo primero son los críos», dicen. Pero matizan: «Lo que tenemos que tener en cuenta es nuestra propia seguridad porque si no podemos cuidarnos a nosotros mismos, no podremos cuidarlos a ellos».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)