Desde la Avenida de Tolosa
Un minuto de silencio
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 16-11-2015El Consulado español en París ha dado un traspiés de solemnidad al contabilizar cuatro españoles muertos en los atentados del viernes, 13. Dos de las supuestas víctimas telefonearon urgentemente para confirmar que siguen vivos, a pesar de los comunicados oficiales. Los dos fallecidos de verdad son Michelli Gil Jaímez, de 27 años, natural de Veracruz, con doble nacionalidad hispano – mexicana, que trabajaba en el restaurante La Belle Equipe, y el madrileño Juan Alberto González Garrido, ingeniero, que murió a consecuencia del atentado en el Bataclan. Me llama la atención la declaración sensata de los familiares de ‘Juanal’ en la que reclaman justicia, pero sin causar más violencia, “Este dolor que estamos sintiendo, dicen. no se va a curar porque se cause otro dolor. Queremos que se cure con justicia y amor. Justicia para los que lo han ejecutado y financiado, y amor para todas las víctimas y sus familias”. Razonamiento mesurado, lejos del odio irracional desatado en varios sectores xenófobos de Francia y de parte de Europa contra los refugiados. En Pontivy (Bretaña) se celebró ayer una manifestación “contra los inmigrantes y los extranjeros”. La movilización, autorizada, desembocó en una caza por la localidad, alcanzando a un hombre de origen magrebí. Un testigo describe que “seis manifestantes le tiraron al suelo y se desahogaron. Fue desgarrador, no podíamos ayudarle”. También Ahmed, nacido en Francia de abuelos tunecinos, se ha sentido observado y confundido con terroristas. “En el trabajo, algunos compañeros franceses me han dicho que esto lo han hecho los míos. Yo he respondido que ayer me manifesté contra los asesinos del Bataclan, ¿dónde estuvisteis vosotros?”. Es imprescindible buscar, juzgar y condenar a los autores de la masacre. Y también es preciso desenmascarar sin tapujos a los que han armado, financiado, adiestrado a los grupos terroristas, y a los verdaderos responsables de los conflictos en Oriente Medio. Aunque ahora se rasguen las vestiduras y guarden un minuto de silencio.
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