Un 'habitante' cada cuatro segundos

Diario Sur, , 10-11-2015

Antes de que deje de ser noticia hay que hablar de un país que no conocíamos, un país grande y al que llega una persona cada cuatro segundos, al que cada día acceden 42.500 personas, que tienen que abandonar sus casas. Tiene un nombre genérico: Refugiados.

Efectivamente ‘el país de los refugiados’ tiene 59,5 millones de habitantes. Si se ordenasen las poblaciones por número de habitantes ocuparía el número 23. Los habitantes de este país, que no conocemos, son en su mayoría jóvenes, pues el 51% son menores de 18 años. Huyendo de la guerra tuvieron que elegir entre la maleta o la vida, y buena parte vive en innumerables campamentos provisionales e improvisados. Como botón de muestra recordar que en 2013, la UNRWA tiene registrados en los países donde opera a más de 5 millones de refugiados de Palestina, de los que casi un tercio – más de 1,4 millones – viven en 58 campamentos.

A este inmenso país no solo llegan, como se nos quiere hacer, ciudadanos de Siria y del Oriente Próximo, sino de todos los continentes, de manera especial África, donde el hambre y la guerra empujan a centenares de personas a desplazarse de sus lugares de origen.

Pero este país sólo se visibiliza y llega a nuestros hogares cuando nos presentan las imágenes demoledoras de cientos, miles de sirios, afganos o iraquíes, caminado por las vías de los trenes europeos, acampando a lo largo de las carreteras o siendo dispersados con brutalidad+ , y nos deja el estómago revuelto. Nos recuerdan fragmentos de películas que reproducen heridas de millones de europeos después de la Segunda Guerra Mundial en busca de pan, vida y paz. Ahora ocurre igual, exactamente igual.

¿Van a seguir llegando refugiados a Europa? Sí, mientras sea un territorio de estabilidad política y económica. Respecto a los refugiados sirios, van a seguir intentando cruzar las fronteras mientras continúe la guerra e incluso después.

¿Pero todas estas personas son ‘refugiadas’? No. Hay una variedad de situaciones de estas personas: 19.5 millones son propiamente ‘refugiadas’, 38.2 millones desplazas internas y 1.8 millones propiamente demandantes de asilo.

Esta variedad de situaciones determina tres tipos de soluciones:

El retorno voluntario a sus países. Pero no es fácil, porque la mayoría de los conflictos se cronifican o el país de retorno se convierte en inviable. Por eso, en 2014 solo retornaron voluntariamente 126.800 refugiados. De ahí que ACNUR diga que ese año sea el más bajo desde 1983.

Otra solución es el reasentamiento. Son personas que viven en campos de refugiados y para que no se perpetúen en esos centros son reasentadas en otros estados. Sin embargo los 26 países que dijeron sí a acoger aceptaron solo 105.2000 refugiados, pero siempre con criterios muy estrictos, acogiendo solo a las personas más capaces, de tal manera que viudas, ancianos o enfermos se quedaron en los campos. Los países que más acogen son EE.UU., Canadá, Australia y Suecia. Por eso hay que poner en valor que la UE ponga cuotas de acogida a sus socios.

Y la tercera solución son los procesos de integración. Integración legal, económica y cultural. Es decir, en condiciones de total igualdad con los nativos. Pero solo 27 países están dispuestos y el año pasado solo aceptaron a 30.1000 personas.

Las soluciones reales, por tanto, son pocas. Es como si se tratara de un mundo irredento, donde solo quedan los campos de refugiados o buscar salidas desesperadas y peligrosas.

Sin embargo, el asunto que preocupa hoy es dar respuesta a las más de 500.000 personas refugiadas que han llegado a Europa. Una respuesta humanitaria urgente.

Desde las organizaciones sociales y proinmigrantes se pide a los Estados abandonen sus discusiones eternas y lleguen a un acuerdo urgente con un enfoque común para la acogida de las personas que ya se encuentran en países de la Unión Europea desbordados en sus capacidades.

Poner en marcha una operación de rescate y salvamento en el Mediterráneo, con un mandato humanitario claro, que cuente con medios suficientes para cumplir con el deber de socorro y que incluya mecanismos para asegurar la posible solicitud de asilo en frontera.

Habilitar vías legales y seguras que garanticen el acceso de las personas refugiadas, creando corredores que partan de enclaves anteriores a los puntos de partida de la ruta del Mediterráneo central u oriental, evitando que tengan que emprender travesías mortales para obtener protección en un país seguro.

Activar políticas de concesión de visados humanitarios y garantizar la posibilidad de pedir asilo en embajadas y consulados en los países de origen y tránsito. Y, por supuesto, abordar las causas que provocan estos éxodos y desplazamientos forzados.

Las mismas organizaciones, sin embargo, son conscientes de que, aunque el derecho de asilo en la Unión Europea es real, está lleno de contradicciones. Hay acogimiento, pero se quiere ralentizar, al margen de las necesidades de los solicitantes. El tiempo pasa, e incluso los acuerdos de recolocación a los que se llegó el 22 y 23 de septiembre, no acaban de materializarse. El primer movimiento se ha dado el día 11 de octubre, con el traslado a Suecia de 19 refugiados eritreos.

Al mismo tiempo, la UE sigue con su política de impedir nuevas llegadas de personas. Busca obligarlas a permanecer en países terceros, tales como Turquía, Líbano, Jordania, Egipto o Libia, previo pago y apoyo material. ¿Dónde queda su derecho a pedir asilo en cualquier Estado, comprendido, como es obvio, los Estados de la Unión Europea? En la misma línea el día 28 de octubre los ministros de Cooperación de la UE acordaron el Fondo Fiduciario para África donde ofrecen ayuda al desarrollo a cambio de que cooperen en materia de seguridad. Esta decisión, que curiosamente apenas salió en los medios, demuestra la voluntad de que la ayuda sirva para frenar los flujos migratorios y la seguridad en lugar de la lucha contra la pobreza y la desigualdad por la que nació.

Mientras el silencio y el desinfle de la acogida se instalan, demorando la fiesta de ‘bienvenidos refugiados’, las historias de las personas refugiadas seguirán detenidas en fronteras y alambradas, siempre tan vejatorias.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)