Treinta años amparando a los refugiados
Cruz Roja en Valencia refuerza sus servicios de acogida ante la inminente llegada de solicitantes de asilo
Las Provincias, , 06-11-2015El drama que viven los refugiados procedentes de Siria ha puesto el foco de atención sobre una situación que se produce desde hace mucho tiempo. No en vano, Cruz Roja lleva en Valencia treinta años amparando a las personas que huyen de sus países a causa de las guerras o las persecuciones que sufren por su raza, religión, condición sexual o pensamiento político.
Se espera que, cuando acabe 2015, la asociación humanitaria haya atendido a más del doble de personas solicitantes de asilo que un año antes. Para ello, y ante la inminente llegada de refugiados procedentes de Siria, Cruz Roja ha necesitado reforzar los instrumentos con que cuenta para ayudar a estas personas.
“Mientras se está en el periodo de tramitación, un solicitante de asilo está esperando a ver cómo se resuelve su caso; si es favorablemente, entonces se convierte en refugiado; si es desfavorable, se quedaría en situación irregular, sin documentación”, explicó Begoña Lobo, abogada de asilo y extranjería que ayuda con los trámites legales y jurídicos a los solicitantes de protección internacional.
“Los refugiados que vienen con documentación o que consiguen después el estatuto tienen derecho a vivir y trabajar en las mismas condiciones que una persona española, excepto aquellas cuestiones restringidas a la nacionalidad”, añadió Begoña Lobo.
“Estas personas vienen con un nivel de ansiedad importante, y en la gran mayoría de ocasiones desconfían de nosotros; hay que entender que han sufrido situaciones de vejaciones o violaciones, lo han pasado muy mal en su país de origen y en su proceso migratorio hasta llegar aquí; lo primero que tenemos que brindarles es la posibilidad de que confíen en nosotros”, apuntó Emma Martin.
Ella es trabajadora social de protección internacional, y normalmente es la primera persona con quien tratan los solicitantes de asilo cuando llegan a Cruz Roja para intentar cubrir sus necesidades básicas.
Ejemplos, por desgracia, hay miles. Uno de ellos es Gladys, una mujer de 32 años que, por motivos políticos, tuvo que huir de su país, Zimbabwe, y que recaló en Valencia por pura casualidad: se lo recomendó una joven en el aeropuerto de Barcelona.
“Vine a España en el año 2007 porque en mi país tenía problemas políticos”, explicó en un claro castellano, teñido por su acento africano. “Ahora estoy estudiando y mi hijo ya es español, porque ha nacido aquí”, añadió. Gladys obtuvo el estatuto de refugiado cuatro años después de aterrizar en El Prat.
Otra historia, marcada por la tragedia, es la de Dalila y Abdusalam. Son de Libia, y huyeron de su país en febrero de 2012. Su primera petición de asilo fue denegada. Ahora, mientras cuidan de sus tres hijos, esperan a que la segunda fructifique porque, por ningún motivo, quieren volver a su país.
“No quiero que mis hijos vean lo que yo vi allí; hay muchos problemas, Libia está fatal, y no quiero que mis hijos vayan”, señaló Dalila entre lágrimas. “No quieren decir a nadie que somos de allí para que no les hagan volver”, añadió. “Voy a hacer todo por mis hijos para que no vuelvan a Libia”.
Además de la vertiente legal, jurídica, social y psicológica, la integración en la sociedad que les acoge es pieza clave en el proceso que un refugiado afronta cuando llega a un nuevo país. Por ello, profesores jubilados imparten clases de castellano para inmigrantes y refugiados.
“La primera vía de inserción social y cultural es la lengua, y si no te manejas en el idioma del lugar donde te encuentras, vas a tener grandes dificultades para llegar a integrarte”, explicó Jesús Gálvez, voluntario de Cruz Roja. Para conseguir ese objetivo, además de las clases de castellano, realizan visitas a lugares culturales de relevancia de la ciudad, como la Lonja o el Mercado Central.
Más plazas en viviendas tuteladas
Uno de los refuerzos que la entidad humanitaria ha realizado en previsión a la inminente llegada de solicitantes de asilo es el de las plazas en pisos tuteados. Cruz Roja ha pasado de tener ocho plazas a contar con veintidós, repartidas en tres pisos.
“Durante los seis meses de estancia de estas personas nuestra intervención va encaminada a dotarles de herramientas y a facilitarles la integración en la sociedad de acogida”, explicó Sandra Gabaldón, educadora social.
“Por ejemplo, a nivel educativo les damos herramientas de conocimiento del país de acogida, les ayudamos con la búsqueda de empleo y aprendizaje de la lengua; el objetivo final es que cuando salgan de estos pisos puedan vivir de forma autónoma en España”, agregó.
Los más pequeños también necesitan ir integrándose poco a poco en el país que les va a acoger. Por ello, voluntarias de Cruz Roja trabajan con los hijos de aquellas familias que aún no han sido asignadas a ningún centro para que, al menos, una tarde a la semana puedan divertirse aprendiendo.
“El objetivo es que los niños comiencen a sentirse bien en este país; conocen a otros pequeños que están en su misma situación, juegan, aprenden español y se sienten más seguros; también queremos que sus padres, en este rato que los niños están con nosotros, puedan descansar y pasar tiempo a solas”, señaló Olena Makarova, voluntaria de Cruz Roja. “Creo que cuando entran aquí, ellos se olvidan de todo; son inocentes y lo que quieren es jugar y divertirse, pasarlo bien”, añadió.
En los primeros siete meses de 2015, Cruz Roja en Valencia atendió a 538 personas solicitantes de asilo, de las cuales casi la mitad procedían de Ucrania. Además, también había ciudadanos procedentes de Siria, Palestina, Mali, Camerún, Irak y Pakistán.
Se espera que cuando acabe este año la entidad humanitaria haya asistido a más del doble de las personas que acudieron a sus puertas durante 2014.
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