Tribuna abierta
Antisemitismo
Deia, , 04-11-2015ESCRIBÍ estas líneas en la fiesta del Yom Kippur, día de las expiaciones, del gran perdón, la fiesta más sagrada y solemne de Israel y de las comunidades judías de la diáspora. También de la española: unos 30.000 judíos, la mayoría gente muy común, religiosa o no. Sin embargo, incluye también algunos nombres famosos que pueden sorprender, judíos o con ascendencia judía: Julio Iglesias; Alejo Stivel, del grupo Tequila; Andrea Levy, de Estudios y Programas del PP; Isak Andic, fundador y principal accionista de Mango; el publicista Lluis Bassat, cuyo apellido es Cohen (sacerdote); la peletera Elena Benarroch; sin olvidar a las Koplowitz, Alicia y Esther…
En el Yom Kippur de 1973, los ejércitos de Siria, por el Norte, y de Egipto, por el Sur, con refuerzos de Rusia, Irak, Kuwait, Arabia Saudí y Jordania, atacaron por sorpresa y con gran ventaja a Israel para vergüenza del Mossad, su servicio secreto de inteligencia, y regocijo de muchos de nuestra sociedad. La ONU se apresuró a imponer el alto al fuego, el 22 de octubre, antes de que el bolsón de Moshe Dayan incluyera El Cairo, la capital de Egipto. Después vino la visita del presidente egipcio, El Sadat, a Jerusalén, su asesinato por militares egipcios y la paz egipcio – israelí.
Aprovechando la ausencia de conflicto abierto entre Israel y Hamás, en este Yom Kippur reflexiono sobre el antisemitismo, palabra creada en Alemania en el siglo. XIX. Pero su significado y realidad: “Hostilidad hacia el pueblo hebreo – judío, su cultura y su influencia” recae solo sobre este pueblo semita, no sobre los árabes, por ejemplo, porque el término más ajustado es antijudaísmo.
Desde el segundo milenio antes de Cristo, cuando los primeros clanes hebreos entran en la historia y llegan a formar un pequeño Estado con David (1010 antes de Cristo), el pueblo judío, como otros muchos, vive sujeto a la ley del más fuerte en el movidísimo Oriente Próximo, hasta ser dispersado por el mundo, sin tierra propia, en comunidades como islas entre las naciones. Les caracteriza la conciencia de su identidad y la tenacidad en conservarla por encima de sus calamidades.
Por extraño y paradójico que parezca, el primer antijudaísmo fue el cristiano. Jesús fue judío, los Doce, los apóstoles y discípulos, Saulo, la primera comunidad de Jerusalén, cuyo jefe fue Santiago, El hermano del Señor, todos eran judíos. La ruptura oficial se produjo, muy probablemente, en la Asamblea farisea de Yamnia, el año 90, que decretó herejes o apóstatas a la secta de los Nazarenos, nombre judío de los seguidores de Jesús.
Después del año 70 y del 135, la dispersión definitiva de los judíos de Israel, las comunidades judías – confundidas a veces con las cristianas – fueron acogidas favorablemente en el Imperio Romano; no así las cristianas. Sin embargo, cuando estas últimas fueron parte del poder con Constantino (siglo IV), a pesar de la libertad religiosa, los judíos fueron considerados como inferiores y pronto se les impuso restricciones. En el 415 se les prohibió, como indignos, pertenecer al ejército; en el 417, tener criados o esclavos cristianos…
Hay un hecho fundamental que pretenderá justificar tremendas injusticias: “Los sumos sacerdotes y los ancianos después de atarle (a Jesús) le entregaron a Pilato… inocente soy de la sangre de este justo… Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mateo 27, 2.24.25). El pueblo deicida.
Los reyes visigodos cristianos promulgan nuevas leyes restrictivas contra los judíos y en varios países (España) se obliga a los judíos a ser bautizados y, en la sospecha de que sigan practicando en secreto el judaísmo prohibido, se les quita los hijos para ser educados en familias cristianas. Con el fervor de las Cruzadas, en Alemania hay gran matanza de judíos el año 1096. Con el pretexto de protegerles se les encierra en ghettos, cuya instauración es promovida por el IV Concilio de Letrán (1212) que obliga a los judíos a llevar un brazalete amarillo. En los siglos XII – XIII, a la acusación de “deicidas”, se añaden las de “avaros, sucios, falsos, astutos…”. Después la Inquisición, autos de fe y expulsiones que llenan las arcas de los reyes y estados.
Solo con la Ilustración (siglos XVIII – XIX), adquieren los judíos en general sus plenos derechos. El último gueto en desaparecer fue el de los Estados Pontificios.
Antisemitismo del siglo XIX Eliminado el elemento religioso, este antijudaísmo es una doctrina política: “Los judíos son extranjeros nefastos para los países en que viven”. Adquiere formas distintas en Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Rusia, Francia… En Alemania, tras su unidad, el concepto cultural de nación incluye la capacidad de extenderse allí donde se hable alemán. Los judíos hablan alemán, pero su raza forma una nación dentro de otra, la alemana, y esto molesta. Además se promulga otro dogma: “La influencia racial judía es desintegradora de la nación”.
En 1873 – 74, se funda el Partido Social Cristiano de Trabajadores, cuyo programa incluye el antisemitismo. En 1882, en Dresde, hay un Congreso Internacional Antisemita que origina la Alianza Antijudía Mundial. Aunque no es oficial, la sospecha, el recelo, la hostilidad antijudía se extiende y las campañas antijudías sacuden a Hungría y Bohemia, mientras Austria, donde la burguesía judía apoyó la Revolución de 1848, añade otra tara a los judíos: “Revolucionarios”.
En Rusia, el antijudaísmo entra con fuerza. La implicación de una joven judía, en 1881, en el asesinato del zar Alejandro II reaviva los sentimientos antijudíos siempre latentes. Los judíos son excluidos de la universidad y de casi todas las profesiones liberales. Bajo Alejandro III, los pogromos se multiplican de tal manera que los judíos comienzan a emigrar en masa a los Estados Unidos. Polonia no le va a la zaga.
El antijudaísmo no fue virulento en Francia hasta 1880. Los judíos apoyaron la III República (1871), en la que creyeron ver el espíritu de la Revolución. Esto les valió que los católicos hablaran de la “Francia judía y de los francmasones”. El mayor escándalo financiero y político de la III República, así como la bancarrota de un gran banco católico, fueron atribuidos a las intrigas financieras de los judíos. Un político y periodista, Edouard Drumont, escribió La Francia judía (1886), un panfleto antisemita que tuvo éxito y le dio fama, con lo que, en 1892, fundó el diario La Libre Parole, ardientemente antijudío.
El clima antijudío creado hizo posibles los doce años del vergonzoso affaire Dreifus (1894 – 1906), la cruel infamia del capitán judío para cubrir la traición del alto militar francés, que demostró al mundo que “la asimilación de los judíos era imposible porque no era aceptada”. El desenlace del affaire fue por una parte el origen del Estado Judío (Theodor Hetzl, 1896), por otra, el descrédito de La libre Parole, superada, sin embargo, por L’Action Française, cuyo director Charles Maurras, se constituyó en el teórico del Antisemitismo de Estado, no racial, que defendió que los judíos franceses fueran considerados extranjeros.
La Primera Guerra Mundial sofocó por unos años las pasiones antisemitas, pues los judíos de Alemania y Francia lucharon fielmente por la que consideraban su patria.
Antisemitismo nazi Aunque, a pesar de lo dicho, se creara entreguerras la idea de que los judíos eran intrínsecamente revolucionarios – un partido socialista judío en Rusia, numerosos judíos entre los mencheviques, la acción de Rosa Luxemburg, ascendencia judía de Marx – , en la década de 1920 el antijudaísmo en Alemania estuvo bastante apagado. Hitler no utilizó el antisemitismo para ganarse a la opinión pública. Y cuando en 1933 alcanzó el poder, la mayoría de la gente pensó que dejaría de lado este tema.
Sin embargo, ya en Mein Kanpf (1924 – 5) aparecía el exterminio de los judíos. Convencido de sus propios mitos: “La raza es la clave de la historia”, “la superioridad de la raza aria”, “el destino particular de Alemania”, frente a todo cosmopolitismo, como “la conjuración universal judía para dominar el mundo”, de los Protocolos de los Sabios de Sión (1903), declara inferiores a los judíos, organiza boicots a sus comercios y almacenes, y, una vez seguro de su triunfo sin rival, promulga medidas antisemitas: excluye a los judíos de la universidad, de sus profesiones liberales, de toda creación artística y teatral, y, en 1935, impone las leyes de Nuremberg: priva a los judíos de sus derechos cívicos, prohíbe las relaciones sexuales y matrimonios entre judíos y alemanes (los existentes quedan anulados) y que los judíos tengan a su servicio personal alemán.
El hecho público solemne es la Kristallnacht – Noche de los cristales (rotos) – (1938) : más de 7.500 comercios destruidos, así como 300 sinagogas. Comenzada la guerra, de 1939 a 1941, los judíos de los países conquistados se concentran en los campos de exterminio. Este se hace sistemático con la invasión de Rusia en 1941 y en 1942 se procede a la solución final: los seis millones de la Shoah, el Holocausto.
Antisionismo Desde que en el año 70 fueron expulsados de su tierra, nunca faltaron judíos en Palestina, sobre todo estudiosos en Jerusalén y Tiberiades (Galilea). Los judíos mantuvieron siempre su identidad propia y su nexo esencial con la tierra de Israel. La primera ola migratoria organizada, previa la compra de territorios, tuvo lugar, motivada por los pogromos rusos, de 1856 a 1870. La segunda, claramente sionista, de 1904 a 1914. La Agencia Judía y el Banco Judío fomentaron tanto la compra de tierras como la instalación de colonias agrícolas, que en 2.000 años no habían conocido. En la Guerra de 1914, un batallón judío luchó con los ingleses contra Alemania. La tercera ola comenzó en 1919, en busca del hogar nacional judío prometido y no acabaría ni con la partición del territorio perdido por el Imperio Otomano – aliado de Alemania – , y hasta entonces bajo el Mandato británico.
La partición (20 – IX – 1947) se hizo teniendo en cuenta la situación de las colonias judías en sus tierras legalmente adquiridas. La Liga árabe y los países árabes del entorno: Egipto, Líbano, Siria, Irak y Transjordania – no los palestinos, que no existían políticamente – , no admitieron el reparto y, retirados los británicos, empezaron la guerra contra Israel, que lo había aceptado. La guerra perjudicó a los palestinos, que no habían creado su propio Estado.
Ese día comenzó el antisionismo, que persiste en los países árabes y los partidos de extrema izquierda avivaron tras cada guerra – las de 1948, 1967 y 1973 – , mientras grupos de extrema derecha lo practican con actos terroristas, sobre todo en Francia, hasta muy recientemente. Situación irremediable mientras no se cree un Estado Palestino en paz y convivencia con el de Israel.
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