Barenboim aboga por abrir la cultura a los refugiados
El director recuerda el origen de su familia que huyó de las persecuciones de la Rusia zarista y encontró refugio en Argentina
El Periodico, , 02-11-2015Daniel Barenboim vive bien anclado en la realidad. Siempre la mira de frente. La creación junto al malogrado Edward Said de la West-Eastern Divan Orchestra formada por jóvenes músicos israelíes y palestinos en su mayoría lo demuestra claramente. Ahora, ante la crisis de los refugiados procedentes principalmente de Siria, el maestro no duda en desmentir a quienes les cierran la puerta.
No acepta el argumento de muchos en Alemania que aseguran que acogiendo a estos migrantes la cultura alemana sufrirá. “No es verdad”, decía con énfasis en la presentación del concierto por el entendimiento entre las civilizaciones y el respeto de los derechos humanos el sábado en Ginebra, bajo la bóveda del Palacio de las Naciones diseñada por Miquel Barceló.
Barenboim propone todo lo contrario: “Hay que dar a los refugiados, pero sobre todo a los niños, los beneficios de la cultura”. Aquí abría un paréntesis: “naturalmente, hay que darles un techo y comida”. Y proseguía abogando por ponerles en contacto con la cultura, "hay que establecer un diálogo y no dejarlo para cuando los chicos sean mayores”. El director tiene a mano un buen ejemplo, el suyo. De origen judío, sus ancestros huyeron de los progromos de la Rusia zarista a finales del siglo XIX y encontraron refugio en Argentina donde absorbieron la cultura que les rodeaba.
Barenboim también tiene claro que la crisis de los refugiados no la van a resolver solo los europeos: “El resto del mundo debe contribuir”. Se declara satisfecho por la conferencia de Viena sobre la guerra de Siria, pero, añade: “Me sentiría mucho más satisfecho si el mundo árabe acogiera a refugiados”.
Hablando con el maestro es difícil rehuir el hacerlo sobre el conflicto entre Israel y Palestina, algo que está en la partida de nacimiento de la West-Eastern Divan: “La paz necesita justicia y seguridad. Uno no puede resolver solo sus propios problemas. Los palestinos no conseguirán la justicia por sí mismos del mismo modo que los israelíes tampoco lograrán ellos solos la seguridad. Es inevitable conectar”.
¿Conectan bien los jóvenes músicos de la orquesta en la que además de israelíes -árabes y judíos- y palestinos también hay jordanos, sirios, egipcios, libaneses, turcos, sudaneses y algunos españoles?: “Una orquesta es un espejo de la sociedad, hay algunos que están interesados en el diálogo y otros menos. Cada año tenemos discusiones, sobre todo cuando hay situaciones difíciles”, por ejemplo, las ofensivas israelíes contra Gaza.
La última, la del verano del 2014, pilló a la orquesta en Buenos Aires. La gran preocupación por cuanto estaba ocurriendo le impulsó a plantear una discusión entre todos nada más llegar. Israelíes y palestinos se echaban en cara que ya no podían sentir simpatía los unos por los otros. Barenboim permanecía en silencio, pero tenía la clave para el entendimiento. Al final, al ser interpelado, les explicó que la simpatía era una emoción. “Lo que debemos tener es compasión que es un deber moral”.
Al finalizar el concierto organizado por ONUART y producido por Mediapro, la conexión se había producido. Ante un público y un Barenboim reivindicativo de los principios de la Revolución Francesa para todos los países de los que proceden sus músicos, estos se despidieron abrazándose.
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