Dos horas. Eso fue lo que duró ayer el cara a cara entre la canciller alemana y sus socios de Gobierno, Horst Seehofer (CSU) y Sigmar Gabriel (SPD), para buscar una posición común ante la crisis migratoria. Gabriel abandonó la reunión con un enfado patente ante la insistencia del líder bávaro de la CSU por aprobar las implantación de las llamadas zonas de tránsito en la frontera.

Merkel y Seehofer siguieron negociando, ya sin Gabriel, hasta que surgió un acuerdo de principios que incluye no solo la creación de zonas de tránsito, sino también las restricciones al reagrupamiento familiar.

Las zonas de tránsito es el mecanismo planteado por la CSU para expulsar a los refugiados en centros instalados en la frontera; algo que rechaza de lleno el SPD, que las tacha de «enormes cárceles». Además, los cristianos bávaros exigían limitar el reagrupamiento familiar a los demandantes de asilo, otro punto en el que difieren. Seehofer había amenazado a Merkel con demandarla al Tribunal Constitucional o con retirar a los tres ministros que la CSU tiene en el Gobierno, si no ponía fin a su política de asilo.

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Entretanto, el incesante flujo de refugiados ha dado alas a partidos de la ultraderecha como Alternativa para Alemania (AfD), que con un 8 % en el último sondeo demoscópico, registra su nivel más alto de popularidad desde hace un año. Precisamente el líder de AfD en Renania del Norte, Marcus Pretzell, defendía ayer «el uso de armas, como último recurso para proteger la frontera alemana». De hecho, los ataques de ultras han tomado más impulso que nunca. Ayer 30 personas agredieron con bates de béisbol a tres refugiados en Magdeburgo, mientras dos sirios recibían una paliza en Wismar.

El Egeo se traga a otros 15 refugiados
Quince refugiados, entre ellos dos niños y cuatro bebés, se ahogaron ayer en dos naufragios frente a las islas griegas de Samos y de Farmakonisi. A diario cuerpos de ahogados aparecen varados en la costa de Lesbos, con el menor de la fotografía. Desde el lunes, el Egeo se cobró la vida de 60 inmigrantes. Veintiocho eran niños.