«La West-Eastern Divan Orchestra nos da la opción de ser solo personas»

Son de Israel, Palestina, Siria y Líbano; les separan las fronteras pero les une la música. Un ejemplo de coexistencia «sin odio y sin miedo el uno del otro»

Diario Sur, Regina Sotorrío, 30-10-2015

No pueden, ni quieren, obviar la realidad de la que viene cada uno. Tyme Khleifi vive en un «territorio ocupado, donde no puedes moverte libremente»: Palestina. Meirav Kadichevski procede de un lugar donde «siempre tienes la sensación de que debes vigilar tu espalda»: Israel. En la tierra de Nassib Ahmadieh, un cuarto de la población son refugiados sirios: Líbano. Y Nadim Housni tiene claro que de momento se quedará en Cracovia, volver a casa no es una opción: Siria. Llegan de pueblos diferentes, algunos en conflicto directo, pero resulta que Tyme toca el violín, Meirav el oboe, Nassib el chelo y Nadim la viola… y eso, inevitablemente, les une. Aquí, en la West – Eastern Divan Orchestra, tienen la necesidad de entenderse y de hablarse para que todo funcione. Como indica la joven israelí, lo mejor de este proyecto es «tener la opción de ser solo personas», sin nacionalidades, ni política.

En un momento de enorme tensión en Oriente Medio, la West – Eastern Divan es una «isla donde vivir sin odio y sin miedo el uno del otro», cuenta Meirav. «Y no solo eso, también cuidamos del otro», añade el chelista libanés. Para algunos no es fácil. «Normalmente no te gustaría hacer amigos o tener experiencias positivas con personas con las que yo he crecido pensando que son mis enemigos», reflexiona la joven palestina, que pide no salir en la fotografía. Pero al final del día, puntualiza, «las personas son personas». «Y esto nos permite tener la oportunidad de conocernos entre nosotros y confiar en la gente», declara.

Desde los medios y quienes tienen el poder «se enseña que somos nosotros contra ellos», dice Nassib. Pero él es claro: «Yo no veo a Meirav como ‘ellos’, la veo como una persona que es responsable de sus actos. Y ella me ve a mí igual. Intentamos comunicarnos como seres humanos, individualmente, con respeto y aceptando nuestras diferencias».

Se trata, aporta Tyme Khleifi, de «entender los puntos de vista de las personas que vienen de distintos lugares y no ignorarlos». «Sentir empatía por el otro», lo llama Meirav. Y eso es justo lo que falta en sus lugares de origen. «Nadie intenta entender al otro, todo el mundo imagina una solución sin el otro», lamenta Nassib, que reside en Alemania. En su opinión, en Oriente Medio no están preparados para hablar de la paz «porque no confían en el otro, menos aún: no saben nada del otro, solo escuchan que unos atacan a los otros». «Y al estar aquí puedo preguntarle directamente a un sirio cómo es su vida. Saberlo por él y no por los medios», dice la israelí Meirav.

Coinciden en que la West – Eastern Divan es un ejemplo de unión, confían en que pueda «inspirar» a alguien en sus países de origen, pero aclaran que no es un instrumento para esa paz que todos ven tan lejos. «Ponéis mucha responsabilidad sobre nuestros hombros. Al final esto es un proyecto musical, no es política», detalla la palestina Tyme Khleifi. «Pienso todos los días en Siria, pero no puedo hacer nada», dice Nadim Housni, residente en Polonia. Hace casi seis años que no ve a sus padres, que decidieron quedarse en Damasco, y la única comunicación con ellos es vía Internet «cuando tienen electricidad». Es consciente de que la orquesta no puede llevar la paz a su país. «Solo podemos trabajar honestamente y juntos, aprender cosas nuevas», señala.

La realidad en sus países no la va a cambiar una orquesta. Pero lo cierto es que en este ‘micromundo’ se produce algo mágico: «Nos necesitamos unos a otros para hacer esta música. Tenemos que trabajar juntos y comunicarnos para ser mejores y generar algo que llegue a la audiencia». Y eso aún no lo ha conseguido la política.

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