Minicumbre para la gran crisis
Juncker recibe a 10 jefes de Estado para devolver el trato ‘humano’ a los refugiados en Europa
El Mundo, , 25-10-2015Entre enero y julio de este año, el Eurogrupo se reunió 19 veces para abordar la crisis de Grecia. Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, los líderes, se reunieron en Bruselas cinco veces de modo formal y otras dos de manera informal. Sin contar las cenas organizadas por Berlín o Juncker en petit comité. Cierto que en las Cumbres de jefes de Estado y de Gobierno había otros temas sobre la mesa, pero al menos tres fueron íntegras para el rescate heleno.
Para discutir de los refugiados, en cambio, la prisa ha sido mucho menor. Desde mayo, cuando la Comisión hizo la primera propuesta de recolocar y redistribuir a 60.000 personas, ha habido dos Consejos Europeos (el 25 y 26 de junio y el 15 de octubre). Y una reunión informal de líderes el 23 de septiembre.
Los ministros del Interior de la UE se han visto las caras siete veces. En abril, junio, dos veces en julio, dos en septiembre y una en octubre. De ellas, sólo dos fueron de emergencia o extraordinarias ante la incapacidad de los Estados de ponerse de acuerdo sobre las cuotas de refugiados.
Con Grecia, la sensación era de urgencia, de gravedad. Los países opinaban, los ministros viajaban corriendo una y otra vez. Con los refugiados, no. Estaba en juego mucho más que dinero. Con Grecia era inconcebible perder dinero de los contribuyentes. En el caso de los demandantes de asilo, el mensaje de las capitales y las instituciones es muy claro: la mayoría están dispuestos a pagar para alejar el problema. A ofrecer, si es necesario, 3.000 millones de euros a Turquía para que evite que los más de dos millones de sirios que tiene en su territorio se acerquen a las costas comunitarias.
Oficialmente, el mensaje es unánime: «la crisis de refugiados es mucho más grave que la de Grecia, la económica y la de deuda». Lo dijo la plana mayor de los conservadores esta semana en Madrid. Lo han repetido una y otra vez Merkel, Tusk, Rajoy, Hollande o Renzi. Y sin embargo, en la práctica, poco.
La presión, pese a lo que pueda parecer, ha sido mínima. Las imágenes de un niño ahogado en una playa turca y las colas de personas en Hungría movilizaron a la opinión pública y forzaron cambios, durante una semana. Pero antes y después, poquísimo. Las capitales nunca han sentido la necesidad de actuar contrarreloj, y eso se ve en la falta de respuesta: apenas 854 plazas ofrecidas para los 160.000 refugiados que hay que acoger y únicamente 86 personas que han llegado a sus nuevos hogares en Suecia o Finlandia.
Cansado de hacer propuestas y de que la acogida sea tibia, por decirlo de alguna forma, el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, cogió a muchos por sorpresa esta semana al convocar para hoy una reunión de jefes de Estado y de Gobierno de Austria, Bulgaria, Alemania, Grecia, Hungría, Rumanía, Eslovenia, así como de Croacia, Macedonia y Serbia. Los afectados por la llamada ruta oriental de los Balcanes.
Croacia y Hungría tienen cerrada su frontera y la relación entre ambos gobiernos está prácticamente rota. Eslovenia, dos millones de habitantes, no puede asumir a 10.000 personas al día que llegan tras el desvío de la ruta habitual. Por eso ha movilizado al ejército y está registrando a las miles de personas que el resto deja pasar incumpliendo la legislación. Y Juncker quiere que se haga algo.
Algunas fuentes apuntan que la idea viene de Berlín y no de Bruselas. Alemania está muy preocupada por la gestión y necesita acción pero quiere, parafraseando la estrategia asociada a Obama, «liderar desde atrás», dejando que sea un asunto europeo bajo la batuta del luxemburgués. Juncker quiere que dejen de pasarse a miles de personas como una patata caliente. Que hagan su trabajo, tomen las huellas dactilares y que den un trato humano, tras las denuncias brutales de esta semana.
No se esperan grandes cambios, porque los líderes no pueden tomar formalmente ninguna decisión. Se trata de bajar la tensión, restablecer lazos y sobre todo hallar fórmulas logísticas y operativas para que las fronteras funcionen con normalidad y las miles de personas que circulan por los caminos no duerman al raso con el invierno encima. Como establecer protocolos de comunicación, oficiales de enlace en las cancillerías para intercambiar información en tiempo real y recursos para suministrar material de forma urgente, como pide Eslovenia: mantas, comida, ropa, camas.
Es decir, que los países pequeños que en los últimos meses se han posicionado de forma más agresiva contra la acogida y la asistencia aflojen y cambien su retórica. Que se aproximen a la línea europea y se alejen de lo que Bruselas ve como un populismo y nacionalismo peligroso.
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