Refugiados sirios: del drama a la tragedia

La Voz de Galicia, Xosé Luis Barreiro Rivas, 26-10-2015

La política de hoy, que, en expresión de Habermas, es esencialmente «comunicativa», tiene todas las virtudes y defectos del sistema mediático. Entre las virtudes están su capacidad para visualizar problemas e introducirlos en la agenda del poder, y para igualar las causas de los pequeños actores la mujer acosada, el pueblo sin médico con las grandes catástrofes y los ocultos intereses de la escena global. Y entre los defectos la acelerada normalización de lo extraordinario, o la rapidísima caducidad de una información que apenas pone fronteras entre la actualidad y el olvido. La crisis de los refugiados es un ejemplo excelente de ambas perspectivas, ya que, si hace dos meses ocupaba los mejores espacios informativos y generaba una solidaridad inaudita, nada nos hace pensar que seguimos instalados en las mismas prioridades informativas y humanitarias. Ni los ciudadanos ni las instituciones de la UE hemos acertado en la orientación de nuestra solidaridad y nuestras políticas, ni hemos sabido evitar que lo que antes era drama sea en invierno tragedia. Por el buenismo el populismo de la calle hemos llegado a creer que bastaba con abrir las fronteras para que toda Europa fuese justa. Y por el particularismo de los Estados hemos generado un caos en el que las soluciones de unos son tormentas perfectas para los otros. La fórmula alemana cuyo tamaño y riqueza le permitía apostar por la acogida más limpia y generosa acabó creando una situación insostenible a ambos lados de las fronteras del Este. La exigencia de un ingreso ordenado hacia los países del Centro y el Norte estanca las masas inmigrantes en los pequeños países y genera en ellos un caos inabordable. Y la posible gestión integrada y unificada de la crisis el huevo de Colón no le cuadra ni le es urgente a los que, por no tener fronteras exteriores, no consideran adecuado el reparto equitativo de cargas y ciudadanos. Y por eso barajamos ahora la más cobarde e impresentable de las soluciones: pagarle a terceros países que como Turquía no pueden gestionar esta crisis, para que entretengan a los refugiados como y donde puedan, y hagan a nuestra espalda lo que sea menester. Al caos se suman también los que, como la ONU, las iglesias y las oenegés, dan teoría y moralina abundantes, pero no determinan ni se mojan con práctica efectiva alguna. Y por eso tenemos que prepararnos para que el drama se convierta en tragedia y el buenismo en sálvese quien pueda, mientras toda la carga negativa se ceba con el proyecto de la UE, con los propios refugiados, y con los que, en vez de tener playas en el Báltico, han tenido la mala suerte de tenerlas en el Egeo. Porque la euforia mediática nunca dura mucho. Y porque todas las noticias, cuando se hacen incómodas, empiezan su camino hacia el olvido

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