100.000 plazas para los refugiados
El Mundo, , 26-10-2015Hay algo profundamente roto en la llamada ruta de los Balcanes. El trato a los refugiados, la falta de recursos, el cierre de fronteras y el desprecio sistemático es reflejo de algo roto a nivel político, al más alto nivel, entre los jefes de Estado y de Gobierno. Representantes de Albania, Alemania, Austria, Bulgaria, Croacia, Eslovenia, Hungría, Grecia, Rumanía, Macedonia, Serbia, Luxemburgo y Holanda (los dos últimos, presidentes de turno de la UE) se reunieron ayer en Bruselas, a instancias del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, para tratar de solucionar el gravísimo problema, el principal que asola Europa hoy. «Las diferencias no están en los detalles, están en los principios», reconoce una fuente comunitaria. Es algo estructural, no coyuntural, que lleva sobre la mesa desde mayo y que toca a lo más sagrado para los Estados: su soberanía, la capacidad de decidir qué quieren ser, a quién aceptar y quién tiene derecho a decidir.
Juncker, siempre en su papel de conciliador y mediador, pretendía reinstaurar el diálogo, unir lazos y limar asperezas. Pero las discrepancias no son por dinero, no son de reparto de poder, y eso complica a unos negociadores acostumbrados al trueque.
«No estoy seguro de que vayamos a ser capaces de acordar algo que sea útil en el futuro inmediato», reconocía el primer ministro serbio, Aleksandar Vucic, justo antes de la cena que, hacia las 20.00 horas, sentó en la mesa a los líderes junto a los altos cargos de la Comisión Europea, Acnur y Frontex.
Las cumbres europeas tienen un aura catártica, el lugar donde los líderes se sientan frente a frente, sin asesores pegados a su lado. Y hablan, negocian y pelean. El problema de Europa es que ahora mismo tienen muchas más ganas de pelear que de hablar. Por eso se sucedieron los reproches. Croacia, Eslovenia y Macedonia atacaron a Grecia por su pasividad. El Gobierno de Alexis Tsipras no está haciendo lo que exige la legislación de Dublín.
Los números que recordó ayer la Comisión impresionan. En lo que va de año, 268.829 personas han llegado a la isla de Lesbos. Otras 46.890 a Chios y 56.250 a Samos. Ellos no quieren quedarse, sino seguir hacia el centro de Europa, así que Grecia los deja pasar, y el problema se convierte, sucesivamente, en responsabilidad del siguiente país en la fila. Para eso los líderes regionales aprobaron establecer 100.000 plazas en centros de refugiados a lo largo de la ruta de los Balcanes, 50.000 de ellos en cuatro hotspots en Grecia. Hasta 20.000 de las plazas helenas, gestionadas por el alto comisionado de las Naciones Unidas. «En el año 2015 no puede ser que gente duerma al aire», recriminó Juncker tras ocho horas de encuentro.
Merkel se refirió a los centros como «áreas de espera y descanso», no de acogida o internamiento, pese a que el objetivo es forzar a que de verdad el primer país de acogida impida salir a los llegados, lo que consideran una medida realmente disuasoria.
Croacia y Hungría han cerrado su frontera y hoy Zagreb denunciaba que el sábado 13.500 personas pasaron por sus fronteras, la cifra más alta hasta el momento. Eslovenia escolta con tanques a los más de 60.000 que han pasado en los últimos 10 días, algo «del todo insoportable», según su primer ministro, Miro Cerar. «Si los países se comprometen a no permitir el tránsito de inmigrantes a otros Estados (…) entonces no hay riesgo de hacer nada mal», lamentaba en voz alta el primer ministro de Croacia, Zoran Milanovic. «Antes de reunirnos un domingo deberíamos tener mejores resultados que anunciar», criticó –sin mirar a nadie y mirando a todos– el búlgaro Boyko Borisov.
Por su parte, Tsipras reprochó a Juncker la ausencia de Turquía en la mesa al ser un país clave y con el que la UE negocia directamente. «Tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias», instó la canciller alemana, Angela Merkel, en una frase que hace dos años era épica y hoy en día sólo un mantra manido. «Si en los próximos días no hay un nuevo enfoque, Europa, la Unión Europea, se desmoronarán», advertía un Cerar muy furioso. «La fuente de la crisis es que los miembros de la UE, y en especial los que son parte de Schengen, no son capaces o no están dispuestos a honrar su palabra», desafiaba ufano el húngaro Viktor Orban.
El texto preparado por el equipo de Juncker es parco en palabras. Primero, apuntes meramente logísticos, como el compromiso para nombrar oficiales de enlace, uno en cada Gobierno. Alguien que coja el teléfono siempre y permita coordinar en tiempo real los problemas en la ruta.
Por otro lado, en los 17 puntos del texto, compromisos genéricos para proporcionar la asistencia más básica, incluyendo refugio a todo el que lo necesite. Además, compromisos en la mano dura. Para registrar a todos los que lleguen y obtener datos biométricos, además de acelerar los procesos de expulsión a los que no tienen derecho a quedarse en territorio comunitario. Pero en general, generalidades, buenas palabras con pocas implicaciones en la práctica.
ASAD: PRIMERO, «ELIMINAR A LOS TERRORISTAS»
Solución política. El presidente de Siria, Bashar Asad, afirmó ayer que su prioridad es derrotar a los «terroristas» antes de organizar elecciones, y que la «eliminación de los grupos terroristas» conducirá a una solución política en Siria.
Delegación de Moscú. Lo reveló ayer un diputado ruso, Alexander Yuschenko, miembro de una delegación que se reunió en Damasco con el líder sirio. El régimen de Asad considera ‘terroristas’ a toda la oposición que se ha levantado contra él.
Diálogo. Asad se dijo estar «dispuesto al diálogo». Siria lleva desde 2011 inmersa en una guerra con más de 250.000 muertos y más de cuatro millones de refugiados en los países vecinos.
(Puede haber caducado)