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¿Prejuicios?

Diario de Noticias, , 19-10-2015

Los ojos son el espejo del alma, dicen. Pero para contar sus secretos necesitan la ayuda de un ceño fruncido, un gesto de la boca, o las pequeñas arrugas que se forman en el rostro al sonreír. Si no, no revelan nada. O peor aún, son el reflejo de un ser inerte. He hecho la prueba durante varias horas en un aeropuerto con cada velo islámico que pasaba, el integral. Ese pedazo de tela negra resulta una barrera infranqueable de las emociones de quien la porta. Si ni siquiera los rasgos externos se hacen visibles, me pregunto cómo de inaccesible será el camino hacia esa mente. ¿Qué pensarán de quienes no lo llevamos? ¿Se cubrirán porque quieren, porque es un símbolo de sus creencias, como dicen algunos? ¿O lo hacen más bien por la cuenta que les trae? Cómo me gustaría hablar su idioma y preguntárselo, aunque aun así, sospecho que no me dirían lo que sienten. A lo mejor son prejuicios. Quizá si el hombre también se tapara no los tendría, pero es sólo la mujer quien está llamada a usar ese oscuro telón de la personalidad, de lo que define al individuo. ¿Por qué sólo ellas? En nuestra tierra es difícil ver uno y, si por casualidad te lo cruzas, llama la atención. Pero ahora lo he comprobado, hasta en los países donde el atuendo es endémico, me sigue pareciendo fuera de lugar.

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