sociedad
El bereber que vino a bordo de un camión frigorífico
ABDELATIf OUDYM, DE 22 AÑOS, OCUPA UNO DE LOS ESCALAFONES MÁS BAJOS DE LA SOCIEDAD GUIPUZCOANA. ha visto morir a compañeros, y estudia para labrarse un porvenir
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 15-10-2015“El viaje en el interior de la cámara frigorífica duró cinco horas, hasta que llegamos a Algeciras” “Vi morir a un chico de 23 años. Una vez que pasas tiempo en la calle, el cuerpo se debilita y deja de funcionar”
Un bocadillo, un saco de dormir maloliente y una mochila negra en la que guarda la fotocopia de unos papeles en regla que algún día perdió. Es el único patrimonio de Abdelatif Oudym, de 22 años, que lleva nueve meses viviendo en la calle. Su estancia en el País Vasco, donde ha pasado frío y ha visto morir algún compañero, no está siendo un camino de rosas. “Ocurrió en Bilbao hace unos meses. Era un chico italiano de 23 años. Pasa el tiempo, ves que no hay solución a tus problemas, y el cuerpo al final se debilita y deja de funcionar”, confiesa este bereber que ayer a mediodía aguardaba en la calle Intxaurrondo de Donostia para recibir un bocadillo.
La sociedad es cada vez más tolerante con las personas extranjeras, según refleja la última encuesta del Observatorio vasco de la Inmigración, Ikuspegi. Pero ese creciente respeto, lamentablemente, no se traduce en una mayor facilidad para salir del atolladero cuando no hay apoyos ni red familiar, como es el caso de este chaval, que ocupa uno de los escalafones más bajos de la sociedad.
Le encontramos bajo el saco en una mañana fría, con la cara cubierta y la mirada triste y ensimismada. “Es que estoy mal. Mi zona es Granada, donde conozco a gente y estuve trabajando. Vine aquí por probar suerte pero me tendré que marchar. Apenas me relaciono, y además comienza a hacer frío”, se remueve bajo el saco.
Pasados unos minutos y tras una breve conversación parece animarse el chico, tan necesitado de escucha como de trabajo. El bereber ha seguido de cerca las noticias de los tres iraquíes que llegaron a Hernani en un camión. Dice que no es nada anecdótico. “Yo también lo hice en el interior de una cámara frigorífica a bordo de un barco que nos dejó en Algeciras. El viaje duró cinco horas. Venía sin papeles y, cuando me detuvieron no hacían más que preguntarme la edad para devolverme a casa. Como por aquel entonces era menor, estuve durante tres años en el centro de menores de Algeciras, donde comencé a estudiar”. Y lo sigue haciendo. Oudym detiene por un instante su relato para abrir su mochila y sacar unos documentos. En ellos figura su solicitud para estudiar un grado técnico de FP, pero sabe que debe mejorar su dominio del idioma y su capacidad lectora, para lo cual acude todos los días a la Escuela para Adultos, donde se prepara tercero de ESO.
una casa abandonada Trata de no perder el ánimo, pero reconoce que una vez que llegas a la edad adulta la Administración se desentiende, al igual que hizo su familia. “Tanto unos como otros creen que ya eres capaz de todo, y a partir de ahí te ves solo, sin ayudas”. El joven ha estado durmiendo durante los últimos días en una casa abandonada de Pasaia. Lo estuvo haciendo hasta que uno de los ocupantes le dio fuego al local y comenzó a llevarse la ropa de los demás. La policía no tardó en llegar al lugar y todos tuvieron que salir corriendo. “No es nada fácil la vida así. Hoy mismo he dormido a la puerta del albergue municipal porque no tenía tíque. Te lo dan para tres días, pero luego hay que buscarse la vida durante tres meses hasta que tienes opción de volver de nuevo”, se hace oír Oudym por encima de su tos de bronquios.
El chaval ha tenido que hacer un gran esfuerzo para cuidarse durante estos meses. “Si te dejas llevar, pierdes la cabeza. Hay gente que te ofrece droga gratis para engancharte. Sí me he metido alguna raya de coca, pero de inyectarme nada. Hay gente que se dedica a eso, a crearte la necesidad para que tengas la tentación. Ellos lo hacen, mientras luego se van a casa a dormir bajo techo, mientras tú te quedas tirado en la nada”.
Confiesa que es un hombre de carácter, de los que no se arruga a la hora de defenderse, y admite que ha tenido algún que otro problema con los propios servicios sociales, con los que ha perdido las formas en alguna ocasión. “A veces no te sientes bien tratado. Hay días en los que no te encuentras bien y saltas por el motivo que sea”, dice el bereber, con el dedo meñique de la mano derecha inflamado.
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