La rebelión contra Merkel toma forma, y lo hace desde las filas de su propio partido, la Unión Cristianodemócrata. Ayer Bild publicaba que 126 miembros de la CDU, entre ellos 38 parlamentarios, han firmado una carta en la que exigen a la canciller y líder de la formación que modifique su gestión de la crisis migratoria. Concretamente le piden que apruebe las polémicas zonas de tránsito, además de la deportación, inmediata y desde la frontera, de los refugiados que lleguen de los llamados países seguros, como los Balcanes.

«Al menos, mientras otros Estados no cumplan con sus obligaciones de cumplir la ley europea», exige la misiva, que comenzó a redactarse la semana pasada. Por entonces apenas contenía 34 firmas. Ahora son casi cuatro veces más los correligionarios que dan la espalda a Merkel. La canciller ya reiteró el martes ante el Consejo de ministros que es partidaria de aprobar las zonas de tránsito, pero no de deportar a los refugiados. Una opinión que actualmente solo comparte uno de cada cinco miembros de la CDU.

La política de asilo de la jefa del Gobierno alemán, que le ha valido ya el sobrenombre de «canciller de los refugiados», también le ha restado popularidad. Según el sondeo semanal de RTL, la CDU/CSU vuelve a perder un punto porcentual y, con un 38 por ciento de intención de voto, se sitúa en su nivel más bajo en lo que va de año.

El 56 por ciento de los alemanes se oponen a seguir recibiendo refugiados, según la última encuesta del Bild, y la continua oleada de inmigrantes ha provocado un brote de xenofobia en el país. Spiegel asegura que el pasado agosto se registraron 1.450 ataques con trasfondo ultraderechista (muchos de ellos a centros de asilo), es decir 300 más que el mes anterior. La confederación de municipios y el sindicato de policía pidieron ayer mejor protección para los refugiados