Tribuna abierta
Los vascos fuimos también refugiados
Deia, , 12-10-2015COMO si estuviéramos viendo una serie de películas de guerra: ahora está de moda Siria. La guerra comenzó hace cuatro años, pero lo que realmente ha removido las conciencias del mundo ha sido la fotografía del niño sirio Aylan Kurdi que apareció muerto en la playa turca de Bodrum. Gracias a ella, ¡qué desgracia humana!, y a las informaciones que han aportado los medios de comunicación de los fallecimientos igualmente trágicos de su hermano Galip, de 5 años, y de su madre, de 35, se ha logrado movilizar a los dirigentes europeos a plantear las políticas a seguir en la acogida de miles de refugiados sirios. Políticas que, una vez más, llegan tarde para esos miles de ciudadanos que se ven obligados a huir del terror del Estado Islámico sin más alternativa para sus vidas que correr el riesgo de afrontar su fatal destino, sin garantía de seguridad alguna de sobrevivir con su familia.
Sí, hoy se exhiben imágenes de esta huida y los ciudadanos de a pie contemplamos con tristeza a estas decenas de miles de personas que deambulan a pie hacia las fronteras de países europeos, con tantos impedimentos burocráticos – e incluso rechazo – que en ellas se encuentran. Y no menos dolor provocan las actitudes de los representantes políticos que tratan de justificar su sentido democrático y de solidaridad con planteamientos de repartos cuantitativos – o de negativas a aceptarlos – como si se tratara de mercancía innecesariamente importable.
Sin embargo, aunque nadie pone en duda que Bashar Al – Asad es un dictador y que sus tropas han cometido estos últimos años ejecuciones, torturas y bombardeos de la población civil, no se consensúan las estrategias políticas dirigidas a resolver las causas que han provocado esta tragedia humana. No resulta fácilmente comprensible que una revolución iniciada con reivindicaciones de democracia y defensa de los Derechos Humanos termine en un conflicto bélico en que el ala islamista más radical asuma el liderazgo opositor, con implicaciones de apoyos de países de occidente y de Estados Unidos, entre otros, mientras el Gobierno cuenta con el apoyo de Rusia, China, Irán y la organización libanesa Hezbolá, considerado por unos como movimiento terrorista, mientras para otros, especialmente para una parte del mundo árabe, es un movimiento legítimo.
Con desacuerdos, incluso en la ONU, sobre una previsible solución de las causas de este conflicto nacional con implicaciones internacionales, se plantea la asistencia humanitaria de acogida, con olvido de miles de muertos en Siria y similares conflictos existentes en otras latitudes.
Las instituciones públicas vascas, conscientes de la gravedad del tema, se han posicionado con una actitud de solidaridad mostrando su disposición a acogerlos. Se comenta que pueden ser mil o más los refugiados que lleguen a Euskadi. Los acogeremos con la misma actitud que mantuvimos en caso de los bosnios. Aunque celebraría que no hubiera planteamientos centralistas como los hubo en su día, con intentos incluso de ordenar a qué ONG española se debía destinar el dinero para la financiación de su estancia.
Las trágicas imágenes de los bombardeos y de las imágenes de miles de personas deambulando hacia las fronteras europeas, con escenas de enfrentamientos con los cuerpos policiales, remueven las entrañas de quien posea un mínimo espíritu de solidaridad. Y motiva a pensar cuáles fueron las causas que originaron el éxodo de miles de ciudadanos vascos que, horrorizados por los bombardeos de la Guerra in – Civil de España, se vieron obligados a abandonar sus casas y buscar refugio en Francia, Inglaterra, Bélgica o Rusia, entre otros, o posteriormente, buscar sus esperanzas de una mejor vida en países tan lejanos como Argentina, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, México, Santo Domingo, Uruguay o Venezuela, entre otros. Decenas y decenas de miles de personas adultas, algunos investigadores afirman que sobrepasaron las 100.000, padecieron en sus carnes las consecuencias de una decisión tomada para salvar sus vidas. Testimonios de estos éxodos podrían exponernos las historias de los viajes realizados por los barcos como Cabo Corona, Carimare, Champlain, Châteu – Palmer, Flandra, Goizeko Izarra, Habana, Ipanema, Margaux, María Uliánova, Marion Moller, Mexique, Perros Guirec, Ploubazlanec, Sinaia, Tregastel, etc.
En esta amplia historia de solidaridad con los vascos, se organizaron diversas formas de acogida: se organizaron centros de refugiados como los de ChatenayMalabry, Château – du – Loir, Compans Enghien – les – Bains, Montauban, Narbona, Noyon, Pezenas o Sète, entre otros; unos 37.000 fueron acogidos en colonias de Armendaritz, Arraute – Charritte, Cagnotte, Cambo – les – Bains, Ciboure, Dax, Ghétary, Gurs, Itxassou, Orthez, Saint Christau, Saint – Jean – de Pied – de – Port y Ustaritz; o en el caso de Gran Bretaña, en el campamento de Stoneham, en Southampton. Por otra parte, se calcula que fueron siete mil niños los acogidos en familias. Así mismo trabajaron organizaciones como el Comité d’Accueil aux Enfants Espagnols (CAEE), impulsado por el sindicato CGT, el Partido Socialista francés (SFIO) y el Comité National Catholique d’Accueil aux Basques (Cncab) o el Basque Children Committee.
Fueron importantes también los posicionamientos favorables de escritores, intelectuales, representantes de la Iglesia y de la política, como Mauriac, Maritain, Mounier, Paul Vignaux, Bernanos, Gabriel Marcel, Maurice Merlau – Ponty, George Bidaut, Herriot, Mons. Matieu (obispo de Dax), el Senador Augusto Champetier… Se constituyó también la Liga Internacional de Amigos de los Vascos, en el que participan personalidades como el cardenal Verdier, monseñor Mathieu, monseñor Feltin, arzobispo de Burdeos; el diputado Ernest Pezet, y el Servicio de Censo y Colocación de Refugiados.
A pesar de todos estos apoyos, no se puede concluir que aquel éxodo resultó nada fácil: hubo también graves dificultades para el mantenimiento de los objetivos de las organizaciones solidarias y fueron penosas las situaciones personales de adecuación social y la falta de trabajo que les permitiera obtener unos ingresos mínimos, además de posicionamientos en contra de una parte de la sociedad, que recibía mensajes de que se trataba de refugiados “rojos” o “comunistas”, y las estrategias de persecución del Gobierno Español con sus solicitudes de extradición, campos de concentración, etc. Exponente de la situación es el llamamiento del lehendakari Aguirre al mundo civilizado, dirigiendo un mensaje de solicitud de auxilio a los gobiernos de Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Suecia, Noruega, Dinamarca, URSS, Estados Unidos, México, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Rumanía, Egipto, Irlanda, Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Venezuela y Suiza. “Desde hace setenta y cinco días – decía el mensaje – más de cien aviones alemanes e italianos, con mercenarios marroquíes, “voluntarios” soldados de ejércitos regulares de estos países, se dedican a la destrucción de nuestras ciudades y aldeas y al asesinatos de sus habitantes”. Y en su De Guernica a Nueva York, pasando por Berlín: “Para algunos, éramos unos indeseables, para otros, unos pobres engañados, y no faltaron quienes mirándonos con desprecio nos acusaban de ser causantes de todos los males de Francia”.
Así, con el terror en las venas, tras el primer éxodo a países europeos, se inician los migraciones a América. Las respuestas no fueron uniformes y a veces ni siquiera desinteresadas: México acogió exiliados sin ninguna limitación numérica, aunque prefirió nacionalistas y republicanos; Venezuela optó por profesionales católicos y Estados Unidos, por “artistas y profesionales”; la República Dominicana “suspendió la emigración de ciudadanos españoles, manteniendo la de los judíos”; Chile, corrigió su “desorganización” inicial por instrucciones explícitas de su presidente Aguirre Cerda al Cónsul Pablo Neruda, que tuvo que afrontar actitudes de franca oposición del personal de su embajada en París: “Tráigame, le decía el presidente, millares de españoles. Tenemos trabajo para todos. Tráigame pescadores vascos, castellanos, extremeños y no africanos, asiáticos o israelitas”, “elementos de trabajo, especialmente vascos y catalanes, elementos exclusivamente productores en la industria, la minería y la agricultura; no deben venir los intelectuales, ni periodistas ni brigadas internacionales”.
Sin duda alguna, el acto de solidaridad jurídicamente más importante fue el Decreto que firmó el presidente argentino Ortiz el año 1940. Era hijo de Manuel Ortiz, natural de Zalla, y de Josefa de Lizardi, nacida en Yanci, y, como tal, asumió el compromiso de publicarlo, en cuyo Artículo 1 dice textualmente: “El ministerio de Agricultura permitirá el ingreso al país de inmigrantes vascos, residentes en España o en Francia, con la documentación que posean y bajo la garantía moral y material en cada caso, del Comité Pro – Inmigración Vasca, o la que en su defecto puedan suministrar los funcionarios consulares respectivos, sobre los antecedentes de buena conducta y aptitudes físicas y morales de las personas en cuyo favor interceda el citado Comité”.
El lehendakari Aguirre le correspondió con este telegrama de agradecimiento: “Con intensa emoción entéranse vascos decreto facultando libre entrada noble Nación Argentina. En nombre pueblo vasco envío Vuecencia testimonio profunda gratitud reconocimiento al ilustre Presidente originario vasco que supo unir comprensión ante la desgracia con justicia a laboriosidad, honradez no interrumpid raza vasca”.
Fueron varios miles los que se acogieron a dicho Decreto. Sobre su actitud de compromiso con el país que les acogía, el poeta, ensayista e historiador argentino Manuel Gálvez escribió que “los sociólogos deben profundizar el análisis de la influencia de los vascos y sus descendientes en la Argentina, porque quizás resulte la más preponderante, mucho más aún que la atribuida a los enciclopedistas y a la revolución francesa, en la creación, práctica y consolidación de las instituciones que enorgullecen al país y a las cuales ha debido su evolución progresiva”.
Hoy es Euskadi el país que va a acoger a un número importante de sirios. Al igual que lo hizo hace pocos años con los bosnios. A pesar de la crisis que padecemos, debemos proseguir mostrando al mundo que somos un país solidario, con la esperanza de que un día otro ensayista pueda confirmar nuestra solidaridad y escribir de las personas que acogemos lo que Manuel Gálvez escribió de los vascos.
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