La odisea de los niños refugiados

Unicef sostiene que el 25% de los refugiados que han llegado a Croacia son niños Muchos viajan solos y la mayoría presenta lesiones en los pies e infecciones digestivas y pulmonares

El Periodico, IRENE SAVIO / CAMPO DE REFUGIADOS DE OPATOVAC, 27-09-2015

Emitiendo un gemido imposible de ignorar, un niño de no más de seis años grita y se agita hasta casi descomponerse. En el campo de refugiados de Opatovac, fronterizo con Serbia, alguien ha tenido la idea de separar a los menores de sus madres durante el proceso de identificación pero, desorientados, muchos chiquillos se niegan a obedecer. Ven a sus madres detrás de las vallas y se desesperan. Los voluntarios juegan con ellos e intentan calmarlos.

Según estimaciones de Unicef, los niños representan el 25% de los más de 60.000 refugiados cuya entrada registró Croacia desde el pasado miércoles 16 de septiembre. Los hay de todas las edades y casi todos presentan traumas que no se borrarán fácilmente.

Y no solo eso. «Además de los daños psicológicos provocados por su situación, tienen heridas en los pies de tanto caminar, enfermedades digestivas por la falta de condiciones higiénicas e infecciones pulmonares porque han dormido en la intemperie», cuenta a este diario Valentina Otmatic, directora de Unicef en Croacia.

«¿ADÓNDE NOS LLEVARÁN?»

Tan duro es lo que enfrentan estos niños que algunos ya parecen adultos sin serlo. Es el caso de Bahir, un adolescente sirio de 14 años que, cuando lo encontramos, discute con su hermano la manera de sortear los obstáculos para llegar a Alemania. Poco después, se echa en los brazos de un joven kurdo poco mayor que él. Se han conocido en el camino y, como otros, han formado un grupo para protegerse en caso de peligro. «¿A dónde nos llevarán?», pregunta Bahir en medio de un hervidero de refugiados, policías y militares.

Son muchos los niños que están recorriendo solos kilómetros y kilómetros para alcanzar Europa. «La rapidez con la que se está produciendo esta migración está dando lugar a fenómenos poco frecuentes, como el de los menores que viajan en solitario», dice Otmatic, al recalcar que es urgente la creación de un sistema mundial para rastrear a estos niños y evitar que caigan en redes criminales.

Lydia Gall, deHuman Rights Watch, también cree que los procedimientos como dividir las familias para identificarlas, en medio de enormes cantidades de personas, contribuyen a que los refugiados pierdan el rastro de sus familiares. «La gente se está perdiendo», según Gall. Tanto es así que, en la estación de trenes de Viena, ya ha aparecido una pancarta con anuncios de refugiados que han perdido a los suyos en el viaje.

También se preguntan a donde les llevarán una familia de afganos con una niña con sospechosas manchas rojizas en la cara y Afrah, una mujer embarazada. Se casó antes de emprender el viaje y está embarazada de cinco meses. Como muchas otras mujeres preñadas que hay entre los refugiados, quiere seguir su travesía a pesar de sus condiciones.

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