Alexader Betts. Experto de Oxford
"Europa no puede ser una fortaleza"
El Mundo, , 25-09-2015Desde el mirador del Centro para Estudios de los Refugiados en Oxford, Alexander Betts ve con inquietud lo que ocurre en Europa. La respuesta de la UE, asegura, ha sido tardía e insuficiente. Con décadas de experiencia en el África subsahariana, autor de un libro visionario sobre el tema (Survival Immigration), Betts sostiene que lo que estamos viendo no es más que la punta de iceberg: la «inmigración de supervivencia» será el gran reto del siglo XXI.
P.– En la Unión Europea se oyen estos días voces de alarma sobre el futuro de los 28. ¿La crisis de los refugiados es acaso un reto aún mayor que la deuda griega?
R.– Son dos retos distintos y no sé si se pueden comparar. Pero a diferencia de la deuda griega, que es esencialmente un problema económico y político, la crisis de los refugiados afecta a los valores de fondo de la UE, como la justicia, los derechos humanos o la libertad de movimientos. Y las escenas que hemos visto en los últimos días, con una respuesta policial a una crisis humanitaria, hablan por sí mismas. La solución a lo que está pasando no puede ser policial o militar. Europa no puede convertirse en una fortaleza y tiene que extraer lecciones de su propia historia, como en 1999, cuando se produjo una oleada de 850.000 refugiados de Kosovo en Macedonia y Montenegro… Ahora nos encontramos ante un situación distinta, es cierto: el éxodo más masivo en la reciente historia desde fuera de la Unión Europea. Pero la solución tiene que ser de nuevo humanitaria.
P.– ¿Cómo calificaría la respuesta de la UE hasta la fecha?
R.– Ha sido totalmente inadecuada hasta esta misma semana. Lo que había existido hasta ahora eran respuestas unilaterales, ante la falta de una acción colectiva. Hungría levantó una valla por su cuenta, Croacia ha cerrado también sus fronteras, Reino Unido se ha negado a aceptar las cuotas. Angela Merkel fue la única que dio señales de liderago en mitad del caos, pero Alemania también tuvo que recular y reimplantar los controles fronterizos.
P.– ¿Y el plan para reubicar a 120.000 refugiados?
R.–Es un primer paso, pero es insuficiente. El sistema de cuotas por sí solo no va a ser la solución. Para que funcione, el plan tiene que superar muchos retos políticos y prácticos. Primero, la oposición de Rumanía, Hungría, la República Checa y Eslovaquia, así como la no participación del Reino Unido es un serio problema para su puesta en marcha. Segundo, dada la porosidad de fronteras de la UE, hay poca garantía de que los refugiados se quedarán en los países a los que han sido asignados. Tampoco está claro lo que pasará con la gente a la que se le niegue el asilo en los centros de tránsito en Grecia e Italia. Y finalmente el plan no hace nada para evitar la pérdida de vidas y evitar que los refugiados se embarquen en viajes clandestinos y peligrosos para buscar asilo. En suma, el plan es un paso, pero queda mucho por hacer.
P.– ¿No existe el riesgo de que la UE se vea totalmente desbordada si adopta una política de brazos abiertos?
R.– Lo que está claro es que estamos ante un problema global. Es urgente que la ONU convoque una conferencia internacional, y es preocupante la falta de liderazgo en este asunto. La UE tiene que asumir entre tanto su parte de responsabilidad en la solución a estas crisis que afecta todo el Meditarráneo. El conflicto de Siria ha creado nueve millones de desplazados y ha puesto en una situación límite a los países cercanos como Turquía, Líbano y Jordania. La UE tiene que hacer más para ayudar a esos países si quiere mitigar el flujo.
P.– Como especialista en el Africa subsahariana, ¿qué responsabilidad le tocaría a España en la crisis?
R.– Puede que esta vez España no sienta directamente la presión, pero las situaciones y las rutas de los inmigrantes pueden cambiar. Históricamente, España, Malta, Italia y Grecia han sido los primeros puntos de llegada en esta Europa de los 28 que no puede depositar una responsabilidad desporporcionada sobre los países que están en primea línea. La responsabilidad ha de ser compartida, y España lo tiene que entender esta vez, pese a sus graves problemas internos como el desempleo.
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