¡Qué triste verdad!

Deia, , 25-09-2015

Estos días el mundo occidental se siente triste y consternado por las duras imágenes que nos muestra la TV, con los cientos de miles de refugiados huyendo de las guerras y las persecuciones políticas de su país, en busca de la paz y el acomodo de la Europa estable, de los ricos.

La mayoría de los que tenemos un mínimo de sensibilidad, nos rasgamos las vestiduras ante la enorme crudeza de unos hechos que ponen la piel de gallina excepto a algún exalcalde nada xenófobo, o algún ministro católico del cual el gobierno de España, que en contra del sentir popular y mirando más lejos, avistan en ese cruel e inhumano éxodo, un movimiento dirigido por los yihadistas para desestabilizar la paz de Occidente.

Menos mal que algunos periodistas cuentan con rigurosidad los duros controles, policías y ejércitos con que les reciben los países de la mercantil Europa, que a pesar de no quererlos en sus territorios, con hipocresía y a regañadientes les prometen asilo y acomodo ¿? Ya que de lo contrario los ingenuos creeríamos en una invasión islamista.

En todo ese drama humanitario y como una conjura por preservar nuestros pecados, y a pesar de ser conocidos los autores, no hay ningún fiscal que se haya atrevido a llevar ante los tribunales a los prohombres que para repartirse la riqueza petrolífera de esos países causaron semejante tropelía, ni tampoco a pedirles cuentas por revolver un nido de avispas tribal, que aunque con equilibrio inestable, con los gobiernos que tenían estaban mejor que ahora. No contentos con haber provocado semejante desequilibrio, esos grandes hombres que engañaron al mundo desde un podio de las Islas Azores con sus mentiras de armamento nuclear y otras falsedades, siguen viajando por el mundo con la cabeza erguida dando lecciones magistrales de honestidad y buen hacer.

Javier Olabarrieta Getxo

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