Orban y el ‘imperialismo moral’
El primer ministro húngaro arremete contra Alemania en Baviera y se erige en protector de las fronteras exteriores de la Unión Europea
El Mundo, , 24-09-2015«Europa es un conjunto de valores, de principios. Y quienes no comparten esos valores, quienes no quieren respetar esos principios deben preguntarse sobre su lugar en el seno de la UE». Las palabras del presidente francés, François Hollande, tenían un destinatario muy claro: Hungría.
El Gobierno de Viktor Orban ha logrado irritar a buena parte de sus socios. Detestan su retórica, sus mensajes, sus provocaciones, el trato que ha dispensado a los refugiados. El tinte autoritario de sus políticas y el mensaje xenófobo que suena de fondo. Pero también admiten que su discurso tiene cierta coherencia y que parte de su razonamiento es correcto. Hungría ha rechazado el sistema de cuotas de la Comisión Europea, que estaba diseñado para aliviar su situación redistribuyendo entre los Estados Miembros a 54.000 demandantes de asilo desde territorio húngaro. Lo ha hecho porque no cree en el modelo y porque exige soberanía absoluta. Rechaza tener que identificar a todos los que lleguen por tierra a sus fronteras, lo que al final podría implicar, según la normativa de Dublín, que deban pedir asilo allí, y no en Alemania, que es a donde quieren ir casi todos.
Orbán también juega el papel de ofendido, puesto que argumenta que la Comisión no les preguntó su parecer sobre los 54.000 refugiados que ofreció distribuir. Es cierto, pero como explican en Bruselas, en mayo, cuando se hizo la primera propuesta sólo para Italia y Grecia, el Gobierno magiar se quejó amargamente al considerar que su situación es peor que la de los demás.
Orban, como el checo Kazimir en la crisis griega, ha encontrado la forma de llamar la atención, de ser escuchado. Da titulares continuamente, dice cosas contra corriente, y su papel en la zona es crítico. Va a Baviera y en casa de Merkel acusa a su Gobierno de «imperialismo moral»; mientras de cara a Europa se erige como garante de Schengen y protector de las fronteras exteriores. El problema para sus detractores, que son muchos, es que el primer ministro apunta a un elemento clave: Grecia no está haciendo lo que debe, no puede controlar sus fronteras y va a ser necesaria ayuda de fuera.
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