La rebelión del Este fractura la Unión Europea
«Eslovaquia es para los eslovacos», dice el ‘premier’ Fico en la cumbre sobre refugiados
El Mundo, , 24-09-2015Europa se lame las heridas. Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE se reunieron en Bruselas para una Cumbre sobre refugiados tan descafeinada como necesaria. El formato es deliberadamente difuso, pues técnicamente no era un Consejo Europeo, sino una cena informal de los líderes, la forma institucional de quitarle hierro a un encuentro. Pero el problema de fondo es uno de los más graves en los últimos años.
El martes, los ministros de Interior de la UE aprobaron el reparto de 120.000 refugiados a lo largo de dos años. No fue por consenso, sino por mayoría cualificada. Hubo que votar y eso ha dejado fracturas. República Checa, Hungría, Rumanía y Eslovaquia se opusieron. Ahora están obligadas a participar, y se niegan. El primer ministro eslovaco, Robert Fico, lo avisó ayer: recurrirán a la Justicia europea y no tienen intención de aceptar las cuotas forzosas. Perderán, y serán multadas, pero mientras el proceso allí quedará parado.
«La cena va a ser de una terapia colectiva», ironizaba un diplomático europeo al resumir el objetivo principal. «Se trata de hablar de lo que queda por hacer, no de lo que ya se ha aprobado». Mirar hacia adelante, porque hacerlo hacia atrás es doloroso. Bratislava llevará las cuotas a los tribunales y se niega a implementarlas: «Eslovaquia es para los eslovacos y no para las minorías». Los socialistas europeos, «avergonzados» de uno de los suyos, trabajan en la expulsión de su partido.
Hay mucho más. La Comisión Europea anunció ayer que va a abrir 40 procedimientos, investigaciones, contra 19 estados miembros –entre ellos España– por «no aplicar plenamente la legislación del sistema europeo común de asilo». Hungría, con muros levantados y provocando a su vecinos. «Si Grecia no puede defender sus fronteras que pida amablemente ayuda para que los demás [ejércitos] las defendamos», desafió a su entrada en el Consejo. En medio del encuentro, el primer ministro croata, Zoran Milanovic, bajó hasta la sala de prensa del Consejo para pedir a Orban en voz alta que «derribe sus monstruosas vallas».
Y se puede seguir. Con Francia soltando zarpazos, Alemania irritada por la falta de compromiso y Reino Unido sacando pecho por una partida de 115 millones de libras (100 de ellos para refugiados sirios), tras borrarse voluntariamente del proceso.
El problema es que ahora mismo no hay una narrativa, una idea, y sí mucha tensión acumulada. «Era necesaria una cena para despejar el aire, ha habido demasiado estas semanas», explican desde el equipo de Donald Tusk. No hay un país o un bloque que lidere con fuerza. Hay una fragmentación y unos cuantos líderes disfrutando de la anarquía para hacer política nacional. Y toda esa levedad se ve en los textos. «Todos reconocemos que no hay soluciones sencillas y que sólo podemos gestionar este desafío trabajando juntos, con espíritu solidario y responsabilidad», dice el documento consensuado tras horas y horas de trabajo de los embajadores, con una profundidad de análisis propia de un cuento infantil.
En realidad, sobre la mesa había cosas mucho más profundas. Por un lado, una declaración sobre la importancia y vigencia de Schengen y de las normas de Dublín, por lo menos hasta que sean modificadas. Por otra, un presupuesto de hasta 1.000 millones de euros para ayudar a agencias de la ONU como ACNUR, el Programa Mundial de Alimentos o los propios programas europeos.
Por otro lado, una discusión «que se prevé intensa» sobre el elefante en la habitación: Grecia no puede controlar sus fronteras exteriores. Es un hecho. Se puede decir de forma humillante, como hizo Orban. O de forma más ortodoxa, como plantearon más de tres o cuatro países en las reuniones de embajadores, sugiriendo por ejemplo una Guarda Costera Europea que ayude en las labores de vigilancia e identificación y registro.
En octubre se reúnen de nuevo los ministros y los líderes. Fronteras, defensa exterior y colaboración con los países con problemas. Pero sobre todo una certeza: esto acaba de empezar. Los 160.000 recolocados son una pequeña fracción de los 12 millones que han huido de sus hogares en Siria. Van a seguir llegando, necesitan ayuda y el debate está estancado.
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