GESTIONES EN EL DEFENSOR DEL PUEBLO, IGLESIA Y CONSULADO BODA CON PERMISO DE DIOS Y DE LA CÁRCEL
El español, para el que el Rey pidió un indulto fallido a Rabat en 2013, se casa con una nigeriana que conoció en Sevilla-I y sigue presa diciéndose inocente
El Mundo, , 20-09-2015Cuando el cura preguntó a Antonio
si quería a Maureen por esposa, dos
educadores, tres abogados, el Defensor
del Pueblo andaluz, el Obispado
de Sevilla y el Consulado español en
Nigeria deberían haber contestado
por él. «Sí quiere. Vaya que quiere».
Todos saben el pulso que este camionero
coraje le ha echado a su segunda
vida para que Maureen tuviera
un permiso de aire, saliera unos
días de prisión y se casara con él.
Una historia desde la cárcel sevillana
donde los dos se conocieron, donde
ella llegó años después de aquella
patera de Nigeria y él tras un rocambolesco
indulto fallido en Marruecos.
Porque ésta es la boda de Antonio
Vidriel, el camionero por el que Juan
Carlos I pidió el indulto a Mohamed
VI en 2013, y de Maureen Osifo, la
cuidadora de ancianos que cumple
condena clamando su inocencia.
Vidriel, 59 años hoy, y su hijo fueron
detenidos por la Policía marroquí
con droga en su camión en 2012
y condenados: 10 años para el hijo y
cuatro para el padre. En agosto de
2013 dos reyes hablaron de Antonio,
superviviente triste de un infarto, la
diabetes y la muerte de su mujer.
Mohamed VI indultó a 48 españoles
pero en la lista no iba Antonio porque
ya se estaba tramitando su traslado
a una cárcel española. Así, laparadoja quiso que su hijo saliera y
él no. Finalmente, fue enviado a Sevilla-
I el 30 de agosto de 2013. Y ese
día empezó su otra vida. «Esa noche
conocí a Maureen. A los cuatro meses
estábamos enamorados».
Antonio logró la libertad el 28 de
diciembre, como un santo inocente
tan picado por las ratas de las cárceles
como colgado del amor de una
presa. Y desde aquella Navidad de
2013 hasta este septiembre de 2015
ha pasado 21 meses peleando permisos
y reinserción para Maureen.
Ella, 34 años hoy, alcanzó España
en patera en 2001. Obtuvo la residencia,
se hipotecó en un piso y trabajó
con nómina en una residencia
hasta que su novio la involucró en un
asunto de trata. El hombre enviaba a
Nigeria el dinero de su negocio sucio
a nombre de Maureen, que fue condenada
a siete años, de los que ha
cumplido casi cinco. «Soy inocente.
Pero era mi nombre el que estaba en
los papeles y el juez no me creyó».
Antonio en libertad y Maureen en
prisión siguieron escribiéndose.
«Tres cartas al día, de locos», cuenta
Antonio con tinta de adolescente.
Hoy tienen 500 cartas de amor para
cuando hagan el álbum de su vida.
Y folios de Antonio para que la
cárcel de Alcalá de Guadaira diera
salidas a Maureen. «Le negaron permisos
porque decían que no tenía
nadie que respondiera por ella. ¿Y yo
y toda mi familia, quiénes éramos?».
El imbatible camionero agotó a la
asistenta y al educador de la prisión,
gastó a tres abogados, fue al Defensor
del Pueblo, habló con el
Obispado y llamó al Consulado
en Nigeria, que investigó y
envió el dossier necesario.
Mil intentonas después, en
junio Maureen logró su primera
salida, cuatro días para hacer
gestiones por la mañana y
dormir en un convento de
monjas por la noche. «Fuimos
a ver al Defensor y a don Fernando
Flores, que me casó a
mí y a mis hijos y ha bautizado
a mis nietos. Un santo». El cura
preguntó a Maureen si amaba
a Antonio. «¡Claro! Me hablaba
con cariño; ya no estaba
sola. Vi que yo era importante
para alguien. Antonio luchó
por mí y nunca nadie lo había
hecho. Sentí amor verdadero».
Como el de Antonio, que ha
esquivado un segundo infarto y sólo
recibe sonrisas de Maureen. «Ella ha
tenido una vida difícil. Pero es una
bella persona. A veces pienso que ha
sido mi mujer, desde allá arriba, la
que me la ha puesto delante».
Dos años, una patera, un indulto
fallido y 500 cartas de amor después,
el 15 de septiembre Antonio y Maureen
se casaron en el pueblín sevillano
El Campillo de la Luisiana con un
permiso de Dios y otro de la cárcel.
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