Mesa de Redacción

A desalambrar

Diario de Noticias, Por Joseba Santamaria, 20-09-2015

se cumplen 42 años del asesinato del cantautor chileno Víctor Jara a manos de los escuadrones militares de la muerte de Pinochet y sus generales que protagonizaron el golpe de estado contra el gobierno democrático de Salvador Allende. Jara, como otros miles de ciudadanos, fue detenido y encarcelado en el Estado de Chile – allí donde ahora siguen reuniéndose miles de personas para ver fútbol como si nada hubiera ocurrido – , de donde ya nunca salió con vida. Entre otras muchas de sus canciones, Jara entonaba A desalambrar, una oda a la justicia social, la igualdad de derechos y de oportunidades. A desalambrar, a desalambrar! que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel, de Pedro y María, de Juan y José. Aquel canto recobra hoy vida cuando los estados de la Unión Europea responden con desacuerdo y alambres y cuchillas y gases lacrimógenos – en Hungría, donde gobierna la ultraderecha, y en Ceuta y Melilla, donde gobierna el PP de Rajoy – , a las demandas y necesidades de miles de refugiados que huyen bien de la guerra y la persecución, bien del hambre y de la miseria. Seguramente, para el establishment burócrata de Bruselas, la desgarradora letra reivindicativa de A desalambrar es sólo una nostálgico recuerdo de un viejo pasado. Pero para esas miles de personas que han sobrevivido a la guerra, al hambre, a los desiertos, a los campos y al mar, sigue siendo un gran grito de esperanza. Y en sus estrofas sigue anidando buena parte de la pelea que ahora se recrudece en Europa: Yo pregunto a los presentes si no se han puesto a pensar que esta tierra es de nosotros y no del que tenga más. Ya no es una pugna ideológica bipolar entre dos modelos que fracasaron hace décadas. En Europa se ha abierto una batalla a tres bandas. Por un lado, reaparece de nuevo el viejo fantasma reaccionario y conservador de la imposición, las verdades absolutas y la persecución de una ultraderecha que ha renacido y crecido de sus cenizas. Por otro, la ineficacia política y democrática de una clase política y económica anclada en la defensa de sus privilegios y desatendida de las necesidades de la ciudadanía europea a la que representan, incapaz incluso de hacer cumplir sus propias leyes y tratados para atender el derecho de acogida de los refugiados o los derechos sociales y civiles básicos de sus propios conciudadanos. Y, por último, una creciente movilización de cada vez más amplios sectores de la sociedad europea que reclaman la recuperación de los principios fundacionales de un proyecto en el que la democracia, la solidaridad, la justicia social y la igualdad de personas y pueblos fueron su motor original. La crisis humanitaria de los refugiados en las fronteras europeas ha desvelado en todo su alcance la gravedad de la crisis de identidad política de la actual Unión Europea, en la que las banderas originales de la democracia y los derechos humanos han quedado arrinconadas por el capitalismo del dinero y los mercados. De hecho, los refugiados son las segundas víctimas de ese cambio de modelo y prioridades en Europa, las primeras han sido los millones de ciudadanos europeos empobrecidos por la austeridad y los recortes. Quizá ha llegado el momento de desalambrar para abrir las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor que planteó Allende antes de ser asesinado por los mismos golpistas de Pinochet que días después asesinaron a Jara.

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