Los últimos 15 de la estación de Keleti

Cansados, hastiados y extraviados, los refugiados rezagados de la estación húngara no saben dónde ir

Deia, Un reportaje de Estrella Sernates, 17-09-2015

UN día después de que Hungría cerrase su frontera con Serbia a los refugiados, en la estación de Keleti en Budapest, símbolo del éxodo de miles de personas que buscan asilo en Europa, había ayer más policías que inmigrantes. Una veintena de agentes uniformados custodiaban dos de las escaleras de acceso desde la parte baja de la estación, que en las semanas anteriores se conocía como “zona de tránsito”. En ella decenas de miles de refugiados pasaron horas y días antes de poder subirse a un tren que los llevará a Austria o, al menos, hasta la frontera austríaca.

Uno de los agentes, minutos antes de que el responsable del operativo le dijese que no podía dar ningún tipo de información, explicó que su misión ahora es controlar que “ningún inmigrante se suba a los trenes”.

Algo que no entraba dentro de las pretensiones del grupo de quince refugiados que a primera hora de ayer abrían las cremalleras de sus tiendas bajo los soportales con mensajes de “Bienvenida, paz y libertad”, escritos sobre cartones que decoran el pequeño mundo bajo las vías de Keleti.

“Quedé con mi familia en vernos aquí en Budapest, pero llevo un mes sin poder contactar con ellos”, explica con preocupación Heydari, un iraní que ha logrado llegar a Europa hace dos semanas.

El joven ya piensa en buscar trabajo en Budapest hasta poder dar con su madre, su padre, su tío y los seis hijos menores de éste, de quienes no tiene noticias desde hace semanas. El hastío y el cansancio apenas le permitían hablar en un perfecto francés a este chico de 18 años, que ha terminado sus estudios superiores y que ha dejado atrás a sus amigos y su esperanza de estudiar en la universidad.

En Irán la situación para los jóvenes no es demasiado halagüeña, por lo que hace exactamente dos meses Heydari decidió cruzar la frontera con Turquía camino a Grecia, Macedonia y Serbia.

abandonados Pero la ruta se ha visto interrumpida por el cierre de fronteras activado del 14 de septiembre, tras lo que solo quedan quienes tuvieron la suerte de sortear los cuatro metros de altura de alambrada de la valla húngara. “Ahora con quienes tenemos problemas es con las personas sin hogar. Intentan robar comida, ropa o cualquier objeto personal”, dice Ingrid Yózka, voluntaria de Migration Aid, una organización que ayuda a los refugiados en Budapest. La realidad social de parte de la población húngara también es difícil porque muchos desempleados no cobran subsidios del Estado y viven de la solidaridad ciudadana. “Aunque ahora solo haya un puñado de inmigrantes en la estación de Keleti, no paramos de servir bebidas calientes y de lavar ropa”, explica Gabriel Gheorghin, voluntario de la organización Remar.

En una de la las últimas tiendas que quedan en la estación está Dareth Torcaman, un peluquero afgano que espera a siete de sus amigos que se han quedado varados en los límites de Serbia sin poder cruzar por el cierre de fronteras. Y es que el Gobierno húngaro exige ahora pedir asilo y solo si se tienen papeles de identidad. “No tiene sentido que pidan los papeles si en Afganistán nos han quitado toda la documentación. Si tuviéramos pasaporte, vendríamos en avión, no a pie”, asegura Dareth.

Tampoco Habi, compañero de viaje de Dareth, entiende que requieran visados para llegar a un país de la Unión Europea (UE), cuando quienes emigran dejan atrás solo ruinas.

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