“Parecía un mal sueño, pero no, era real”

El apoyo educativo familiar ayuda a más de 1.200 niños a salir de la pobreza en Bilbao

Ayuntamiento de Bilbao y Obra Social La Caixa impulsan un programa para las necesidades socioeducativas de menores

Deia, Sandra Atutxa, 17-09-2015

Bilbao – Nunca imaginó que podría verse sin recursos para sacar adelante a sus tres hijos de 13, 8 y 6 años. De la noche a la mañana, la vida puso a Marian Saneiro al borde del precipicio. La situación casi pudo con ella, pero consiguió en las instituciones ese apoyo moral, social y económico que le ayudó a alejarse del abismo en el que se encontró. “Nunca pensé que terminaríamos así”, explica. Ella ha querido compartir su experiencia con DEIA, poner cara a una realidad por la que atraviesan en la actualidad muchas familias bilbainas que necesitan ayuda y apoyo con los más pequeños de la casa.

El Ayuntamiento de Bilbao y la Obra Social La Caixa pusieron en marcha en 2007 un programa para atender las necesidades socioeducativas de menores en riesgo o en situación de exclusión. Se trata de un programa que cuenta con la colaboración de entidades sociales coordinadas por Cáritas y Gazteleku. Desde hace ocho años, el apoyo educativo social ha ayudado a más de 1.200 niños a salir de la pobreza en la capital vizcaina. Solo en 2014 fueron atendidos en Bilbao 504 niños y 333 familias. Además, más del 80% de las familias en riego o situación de exclusión atendidas por este proyecto en Bilbao no tiene trabajo. Marian conoce esa realidad en primera persona.

“Nadie está libre”, recuerda. De tener una vida “normal” – su marido y ella trabajaban – a verse sin nada, sin ningún ingreso que sustentase la economía familiar; tres niños que sacar adelante, una hipoteca que pagar y un montón de recibos que se acumulaban y a los que no podían dar salida era esa cruda realidad a la que se enfrentó. “Parecía un mal sueño, pero no, era real”, confiesa. “Tuve un accidente y me echaron del trabajo; después mi marido se quedó en la calle también”, relata.

El caso de Marian no es aislado. La cara más cruel de la pobreza tiene su hueco en la actualidad en el seno de numerosas familias vizcainas. De hecho, cada vez son más las que se encuentran en riesgo o situación de exclusión y pobreza. Ella se siente afortunada. Una amiga le habló de la asociación Gazteleku de Rekalde. Le costó, “me daba vergüenza”, pero la necesidad le llevó hasta la puerta de una de las oficinas que esta asociación sin ánimo de lucro tiene en el barrio bilbaino. “Uno de los objetivos de este programa es garantizar la promoción socioeducativa de los menores”, cuenta Miguel Angel Gómez, coordinador global de la asociación de desarrollo comunitario Gazteleku.

El proyecto se centra en cinco líneas diferentes: el refuerzo educativo, la educación no formal y tiempo libre, el apoyo educativo familiar, la atención psicosocial y la promoción de la salud. Con estos puntos, es fundamental el “compromiso” de la familia de trabajar, deben ser parte activa en el proceso educacional del niño, según apunta Arantxa Gutiérrez, coordinadora del programa Infancia y Familia.

Transmitir la pobreza

“Los niños no tienen la culpa de la situación, pero cuando todo se complica es dificil mantenerles al margen”, dice Marian. Ella tuvo claro que tenía que sacar de donde fuera las fuerzas para que sus hijos pudiesen seguir adelante. “Los niños comenzaron a desviarse, a ir mal en clase…”, explica Marian. Este proyecto busca romper la línea de transmisión de la pobreza de padres a hijos y favorecer el pleno potencial de los menores.

El programa se dirige a la infancia en situación de pobreza económica y vulnerabilidad social con el fin de promover y respaldar su desarrollo de forma integral, favoreciendo y apoyando para ello las políticas de mejora de la equidad, la cohesión social y la igualdad de oportunidades para los menores y sus familias. “Cuando una familia pasa por una mala situación afecta inevitablemente a los menores. De repente, los niños dejan de ir a actividades extraescolares, a cursos, a campamentos de verano. Su comportamiento empieza a cambiar, en clase comienzan a sacar malas notas…”, cuenta Miguel.

Este programa busca evitar este tipo de situaciones. Khadija es otro ejemplo. Ella es de Marruecos y lleva 18 años viviendo en Rekalde. Sus últimos años en la capital vizcaina han sido muy duros. Su marido, cocinero de profesión, tuvo que dejar de trabajar por un problema de salud y ella también se quedó sin empleo. “Me encontré con una hipoteca de 1.000 euros que pagar, dos hijos y sin ingresos”, relata. La mujer explica que nunca se había planteado ir a pedir ayuda. “Intentaba tirar como podía, con los pocos ahorros a la espera de que me saliese algún otro trabajo”. Sus hijos, – tiene dos de 9 y 5 años – son amigos de los hijos de Miguel, el coordinador de Gazteleku. “Un día en el parque le conté lo que me estaba pasando y me sugirió que me acercara por la sede de la asociación. Igual me podían ayudar con los niños”, dice.

Presentó documentos, relación de ingresos… y sus hijos comenzaron a acudir a clases de apoyo. “No hay dinero en el mundo para pagar lo que han hecho por nosotros”, dice Khadija, quien confiesa que ser inmigrante es un problema más en esta situación de pobreza. “Mucha gente me decía que me marchara a mi país. Lo pensé, pero es que mis hijos son de aquí y nosotros nos hemos integrado perfectamente. Queremos trabajar aquí”, asegura la mujer.

Grupo de padres Khadija comparte confidencias con Marian. “Nos intentamos apoyar; no eres la única persona a la que le pasan estas cosas”, confiesan. Ellas forman parte también de un grupo de padres que se reúnen semanalmente en las oficinas de Gazteleku para, entre otras cosas, darse apoyo y realizar actividades conjuntas. Khadija y Marian reconocen que verse en una situación de exclusión golpea duramente la dignidad de las personas. “Hay mucho hipócrita, hay quien nos tiene envidia porque nos dan ayudas”, afirman.

El marido de Marian murió hace un año. Una pérdida a la que ha habido que añadir la situación en la que estaba sumergida la familia. “Ahora estoy algo mejor. Mis hijos con el apoyo están saliendo adelante”, explica. Sin embargo, no hay nada que llene el vacío que le ha dejado su marido. “Cambiaría todo el dinero del mundo por que regresara”, concluye.

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