EL VIAJE DE OSAMA Y SUS HIJOS, UNA ODISEA CON FINAL FELIZ

Acompañamos a las víctimas de la zancadilla que indignó al mundo en su viaje a España, donde el padre trabajará como profesor de entrenadores de fútbol en Getafe gracias a un reportaje de este diario y de la generosidad de quien lo leyó: Miguel Ángel Galán, presidente de CENAFE

El Mundo, , 17-09-2015

La vida de Osama Abdul Mohsen se basa en la confianza, ésa que ha perdido tantas veces. Cuando me miró a los ojos, creyó realmente que lo íbamos a traer a España y lo conseguimos. Tras el reportaje publicado el pasado domingo por el suplemento Crónica de EL MUNDO, Miguel Ángel Galán, presidente del Centro Nacional de Formación de Entrenadores (CENAFE), me contactó por Twitter y me dijo que querían darle casa, trabajo y lo que fuera necesario a Osama y a su familia. Sin embargo, quedaba organizar el rescate para las víctimas de la zancadilla que indignó al mundo y sacarlos de Munich, donde hay ya más de 65.000 refugiados y subiendo.

Anteayer volamos con la confianza de poder hacerlo, a pesar de que él no tenía ni pasaporte ni documentos oficiales. Parecía imposible, pero aún así fuimos a por él. Con Mohamed Labrouzi, jugador de fútbol e intérprete ocasional. Partimos a las 16 horas rumbo a Bavaria. Tras aterrizar, teníamos que ubicar «su casa», cercana a la parada de metroUniversitat. Por otro lado estaban los mensajes de su hijo que vive en Turquía, preocupándose por su partida. Cuando llegamos, en el bar del portal la gente del barrio estaba viendo un partido de Champions en el bar del portal. Mientras los esperábamos, en la pantalla gigante apareció un gol del Real Madrid. Eran goles y abrazos. Hasta que llegamos, no creían que realmente íbamos a ir a por ellos. Tantas veces los habían desilusionado, tantas veces habían errado y ahora nos preguntaba con sencillez y cordura: «¿por qué nos ayudan?»

«Hay un hombre, Miguel que se conmovió con tu historia. Es colega tuyo y lo hace desinteresadamente. Ha confiado en mí para la logística y creo que podemos hacerlo», le dije. Me abrazó y me dijo que confiaba, que todo iba a ir bien y que no sólo me confiaba su destino sino también el de sus hijos. Hablamos de sus sueños, de la tristeza, y también de la guerra.

«Cuesta mucho entender», le dije. «Es cierto, a Siria la echo de menos. Pero ahora no se puede vivir allí. Hay demasiada violencia», se lamentaba.

No querían que les mencionase ni al ISIS ni al presidente Bashar al-Asad. «Soy hombre de paz, siempre lo he sido. A lo que más le tememos es a los controles en cada paso de fronteras. Cada uno podría ser el final del viaje», aseguraba. Pero en todo momento, Osama repetía una y otra vez: «confío en ti». Y había que creer que todo iba a salir bien.

Días antes, durante la entrevista que le hicimos para Crónica, realizada nada más llegar a Alemania, Osama ya había relatado la dureza de su odisea: «El viaje fue agotador y muy estresante. Muy difícil y peligroso. Mi hijo y yo pudimos morir durante el viaje a Europa». Osama viajaba con Zaid, de 7 años, que cayó derribado junto a su padre tras la zancadilla de la periodista Petra László. En Múnich, se encontró con su otro hijo, Mohammad Al Ghadabe, de 18 años, que emigró antes que ellos y arribó por mar a Italia. «La patada de la periodista fue inquietante y dura… Mi sensación fue de sorpresa. Y después dolor, cuando vi el miedo y el pánico en la cara de mi hijo. Zaid lloró durante dos horas. Estaba aterrado. Tras ello nos tomaron las huellas digitales, nos amenazaron con la cárcel», confesó angustiado.

Casi a media noche del martes, conseguimos los últimos billetes del tren Munich-París. Ayer, a pesar de que eran las 5.30 de la mañana, el pequeño Zaid, el hijo de siete años de Osama, estaba entusiasmado. El otro hijo, Mohammad Al Ghadabe, de 18 años, tenía el rostro serio pero sereno. El tren salió a las 6.30 horas. Cada vez que alcanzábamos una parada, me daba un abrazo o me volvía a repetir «gracias». Sólo me atreví a escribir este tuit cuando era prácticamente seguro que llegaríamos: «Con Osama y sus hijos camino de cruzar la frontera. El reportaje de Crónica cambiará sus vidas». Pero no me lo creí del todo hasta el final. Después ocurrió todo lo que vio ayer en las webs y los telediarios. Flashes y algarabía. Y celebramos su llegada con otro largo abrazo.

Osama se detuvo a rezar y yo me detuve a pensar en lo que había pasado. Un par de lágrimas. Por haber logrado una de las proezas de mi vida. Y Osama repitiendo «gracias», como en todo el viaje hasta que llegamos. Continuará…

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