“Cae una bomba a tu lado y corres a casa sin mirar atrás”

Alaa Eddin, residente en Irun, es uno de los pocos jóvenes sirios que ha conseguido el estatuto de refugiado en Gipuzkoa, adonde llegó en 2013 con la intención de quedarse tan solo dos semanas

Deia, Un reportaje de Jorge Napal. Fotografía Iker Azurmendi, 16-09-2015

sABE de sobra cómo se las gasta la guerra. Las bombas comenzaron a caer en 2011 y el joven aguantó lo indecible durante dos años, hasta que la contienda en Siria se recrudeció y no hubo más remedio que huir de la barbarie. Alaa Eddin, natural de Damasco, era comerciante. Regentaba dos tiendas, una de complementos textiles y otra de móviles. Ambos establecimientos son hoy en día escombros bajo una lluvia de proyectiles que no cesa desde hace cuatro años. Así, Eddin se ha convertido en la actualidad en uno de los pocos refugiados de este país en Gipuzkoa. “Tardaron en llegar a mi ciudad, pero cuando lo hicieron la situación se volvió insostenible”, confesaba ayer este comercial, al que se ha otorgado protección subsidiaria.

El encuentro tiene lugar en la plaza Luis Mariano de Irun, cerca de la habitación alquilada en la que descansa estos días y en la que ha dado cabida en más de una ocasión a compatriotas que huyen hacia el norte. “La lluvia de morteros es increíble, ahora mismo caerán en Damasco unos cien al día”, calcula este refugiado de 26 años. Mientras habla, gira su cabeza para medir visualmente la distancia que cubren esos proyectiles a los que ha seguido muy de cerca. “Para que la gente lo entienda, es como si tiramos explosivos desde esta plaza Luis Mariano hacia la fachada del Ayuntamiento. No hay tiempo de reacción ni respuesta. Así es el día a día. Cuando cae una bomba al lado tuyo, corres a casa sin mirar atrás. O te mandan directamente al hospital, en alguna de las ambulancias que siempre están preparadas para ello”, relata.

“Mis padres tienen miedo”

Dice que cuando uno se acostumbra a tanto sobresalto en el que se juega la vida a diario, es como un bálsamo llegar a un país en el que por fin se siente a salvo. Salió de su ciudad natal en marzo de 2013 y llegó a Euskadi con un visado de turista. Su intención era quedarse en Gipuzkoa durante dos semanas, pero sus padres no le dejaron volver. “Si fuera por mí, lo haría ahora mismo, por muy difíciles que estén las cosas. Cuando acabe toda esta tragedia lo haré, pero ellos ahora tienen miedo y me lo impiden. Mis padres me cuentan que en Damasco no hay más que controles del gobierno. Uno cada 200 metros, con los que al menos se evitan tantos coches bomba. Es increíble ver estallar tantos vehículos”, lamenta este joven, en relación a la cadena de atentados con coches bomba que ha asolado la ciudad siria de Hasaka, con al menos 26 muertos y decenas de heridos.

Insiste en que no ha tenido nunca problemas con la policía, y recalca que no quiere que sus palabras se malinterpreten. No quiere tomar partido por nadie y solo espera que la guerra finalice cuanto antes, consciente de que el miedo de sus padres está más que justificado, en una ciudad donde la lluvia de morteros y los “secuestros de jóvenes” forman parte del paisaje diario.

Eddin se expresa en un perfecto castellano que ha aprendido en la escuela para adultos. De hecho, ha trabajado de manera esporádica como traductor en la comisaría de Irun y en la oficina de Extranjería de Donostia. Encontrar trabajo, dice, no es fácil, aunque ahora mismo se muestra más preocupado por el estado de salud de su padre. “Estoy haciendo trámites pero por el momento es imposible traerlos. No pretendo ninguna reagrupación familiar, solo quiero que les acepten el visado para poder verles durante dos semanas. Allá se han quedado mis padres y tres hermanos pequeños, a los que no he visto desde hace más de dos años”.

Algunos amigos le han aconsejado que se traslade a Alemania, pero él se muestra muy a gusto en Gipuzkoa, y agradece al Gobierno vasco la acogida que le ha brindado. Sabe además que el país germano, desbordado ante la llegada de miles de refugiados desde Austria, ha decidido de forma inesperada restablecer temporalmente los controles en sus fronteras, una medida que suspende de facto el acuerdo Schengen de libre circulación en Europa y agrava aún más la crisis migratoria en el continente.

“Hay algunos sirios en Gipuzkoa, pero jóvenes refugiados por la guerra estamos otro chico que vino a Irun desde Sevilla y yo. Eso sí, he conocido a muchos de paso. E incluso a algunos les he ayudado en la medida de mis posibilidades para que siguieran su viaje hacia el norte”, explica Eddin. “La gente ha perdido la confianza en el Estado y sale como puede sin tener a dónde ir. Muchos de nosotros teníamos un sueño por llegar algún día a Europa, pero esta guerra lo ha acelerado todo. Hay gente en mi país que todavía tiene casa y un sueldo, pero no tiene seguridad. La gente que venga aquí, lo que va a buscar sobre todo es eso, seguridad, y trabajar en cualquier cosa”, aventura.

Confiesa el joven que cuando llegó a Gipuzkoa encontró una sociedad amable y hermética al mismo tiempo. “La verdad es que no tengo ningún amigo de aquí, aunque insisto en que agradezco mucho la ayuda del Gobierno vasco”. Asegura que los compatriotas que se han visto obligados a desplazarse de sus hogares son una generación “muy formada” que aguarda nuevas oportunidades.

Acogida en gipuzkoa

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