Mar de fondo
Bienvenidos al infierno
Diario de Noticias, , 12-09-2015Quien ha viajado o leído lo sabe: hay muy pocos lugares donde la libertad colectiva e individual sea respetada como aquí, en la horrible Unión Europea. Muy pocos donde uno tenga esta opción de acostarse con quien le plazca, rezar a quien quiera si le da por ahí, casarse con quien de verdad ama, opinar lo que se le ocurra, elegir el medio que prefiera para informarse y votar al partido en el que menos desconfía. Hay muy pocos lugares, sí, donde el acceso a la sanidad y la educación sean más generales y donde la muerte acose a la vida con menos frecuencia. Y, ya que estamos, hay escasos rincones en el primer mundo donde el deber político y social de ayudar al forastero esté tan arraigado. Basta preguntar a un peón del Golfo, a cualquier inmigrante sin papeles que pise Australia, Estados Unidos o Japón.
Todo es mejorable, claro, y entre las cosas a desterrar yo incluiría esta tendencia en el fondo muy cómoda de subestimar nuestra situación y culparnos en la barra de cuanto acontece en el globo. Sin duda resulta más sencillo vivir bastante bien lamentándolo en público que hacerlo sin complejos asumiendo el coste moral privado al que así nos enfrentamos. Recuerda mucho al empollón que sale del examen asegurando que no ha estudiado. Y al pijo que en el bistrogarito dice añorar el katxi de kalimotxo. Y al viajero, nunca turista, que tras perder dos tardes en la selva jura envidiar a los indígenas porque son muy felices sin nada. Tanta falsísima modestia y cacerolada en el recreo, tanto desprecio por lo que hemos construido es un insulto a millones de personas que sueñan con estar entre nosotros. Vaya idiotas, eh, esos que vienen con sus hijos a este infierno.
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