Koudelka, cronista del desarraigo
El gran fotógrafo, un nómada de «alma española», resume en la Fundación Mapfre su periplo de medio siglo
La Verdad, , 12-09-2015Josef Koudelka (Boskovice, 1938) es un gran cronista del desarraigo. El legendario fotógrafo checo, hoy con pasaporte francés, conoció el éxodo, el exilio y la amargura de los indocumentados. Fue uno de ellos. Miembro desde hace más de cuarenta años de la no menos legendaria agencia Magnum, y el único que jamás aceptó un encargo, solo busca «buenas fotografías». Sabe que para lograrlas «no hay reglas y no hay que pensar mucho». «La buena fotografía es emoción. Lo relevante es que sea buena, como la pintura», explicó el jueves en la inauguración de ‘Nacionalidad incierta’, la más extensa retrospectiva dedicada al fotógrafo en España y que la fundación Mapfre acoge hasta el 29 de noviembre.
El desarraigo, la sensación de no pertenecer a ningún lugar, están tanto en el espíritu de Koudelka, un nómada que asegura tener «alma española», como en muchas de las 150 imágenes de una muestra que alterna lo documental y lo poético. Recorre más de cinco décadas de trabajo de Koudelka, desde sus ensayos experimentales de los 50 y sus series ‘Gitanos’, ‘Invasión’ y ‘Exilios’ hasta los grandes paisajes panorámicos de terrenos arrasados por conflictos bélicos y destrozados por la polución industrial o sus recientes trabajos en Israel y Palestina. Incluye maquetas, folletos revistas y documentos, muchos inéditos, sobre su proceso creativo.
«La carrera de Koudelka es una espiral antes que una línea recta», según Matthew Witkovsky, comisario de la muestra, que recrea una aventura creativa que inició como refinado fotógrafo de teatro y en la que se consagró como un testigo del desarraigo, la exclusión y los peregrinajes forzados. Como el de los refugiados que, huyendo de la guerra y la violencia, buscan una nueva vida en las entrañas de Europa, Koudelka supo lo que es huir sin papeles, con las manos vacías, pasar hambre y dormir al raso. ‘Nacionalidad incierta’ era el estado legal que figuraba en el pasaporte de Koudelka, un traidor para el gobierno checo, durante sus exilios.
«Me identifico con todos esos refugiados porque yo he pasado por toda esa mierda. Como ellos, esperé de noche en la frontera infinidad de veces a que la Policía me dejara pasar. Siento como mía su situación; estoy con ellos, pero no voy a fotografiarlos», explica. «Con 78 años, mi tiempo empieza a acabarse y no puedo hacer cualquier cosa», se justifica el fotógrafo en un «esperanto latino» trufado de giros españoles, italianos y franceses.
Su trabajo documental contrasta con los tempranos retratos de actrices, máscaras, escenas de obras teatrales con los que se inicia la exposición. Daba ya muestras de osadía al mezclarse con los actores, fotografiando ensayos y representaciones sin interferir. Una aproximación que mantiene en las imágenes de la Primavera de Praga, según Witkovky, miembro del departamento de fotografía de The Art Institute de Chicago, que organiza la exposición junto al museo Getty de Los Ángeles y la Fundación Mapfre.
«Mirada salvaje»
La muestra exhibe por primera vez 22 de las 27 copias originales de la serie ‘Gitanos’, fruto de su recorrido por aldeas y campamentos del este de Europa que mostró en Praga en 1967 y que sobrevivieron a la invasión soviética. «A la gente solo le gustan los gitanos cuando los ven en las fotografías», ironiza hoy.
«No pensaba nada, era una situación extrema y reaccioné ante ella», dice de sus históricas fotografías de la invasión de Praga que captó compulsivamente, subiéndose a veces a los tanques. Su colega en Magnum Ian Berry le definió entonces como «un loco de mirada salvaje». Un puñado de aquellas imágenes daría la vuelta al mundo un año después, pero por miedo a las represalias firmó con el seudónimo de ‘P.P’ (Praga Photograph).
En su exilio viajó por Irlanda, Inglaterra y España, y el genial nómada nacido en Moravia asegura tener «alma española». Huyendo de tanques soviéticos llegó aquí en 1970 y se dejó seducir «por unos parajes, unas gentes y unas fiestas que ya no existen». «Había perdido familia, casa, amigos… Sentí que este era mi país. Había calor humano, alegría, música y un gusto por la vida que no he hallado en ningún otro lugar», explicó en una anterior visita a España.
«Soy un tipo simple que hace fotos sencillas. No pienso mucho. No es bueno pensar demasiado si haces fotografías. Luego, en la selección, sí hay que reflexionar», repite un Koudelka que huye de las complicaciones técnicas y de cualquier reflexión que lastre la inmediatez de su trabajo. «No tengo reglas, porque en fotografía no las hay. La fotografía es para mí pura acción. Es más importante hacer que pensar», insiste este antiguo ingeniero aeronáutico que se interesó por la imagen en 1958 retratando a oficinistas y bailarinas en Praga. Aquel divertimento sería el inicio de un viaje que dura ya medio siglo.
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