Deber de acogida

Diario Sur, , 11-09-2015

Los dirigentes europeos han acelerado la toma de decisiones para acoger a los refugiados que, en avalancha y huyendo de Siria, Irak, Eritrea y Afganistán principalmente, han entrado o tratado de entrar en el territorio de la Unión Europea durante los meses de julio y agosto, especialmente tras el aldabonazo a nuestras conciencias que ha supuesto ver al pequeño Aylan en la orilla de una playa turca.

«Si fueran ustedes, con sus hijos en brazos, los que vieran como el mundo se deshace, no habría muro que no fueran a subir, no habría mar que no fueran a atravesar o frontera que cruzar para huir de la guerra o del Estado Islámico. Debemos acoger a los refugiados en la UE». Estas palabras del presidente Juncker, pronunciadas en el Parlamento Europeo, resumen perfectamente el deber de las sociedades europeas ante el drama humanitario de las decenas de miles de personas que huyen de la guerra, el terror y la miseria de las zonas en conflicto.

Es verdad que Europa ha sido y es lenta en sus movimientos, pero al final se ha movido.

España por su parte, como había anunciado Rajoy, no ha discutido las cifras, aceptará la propuesta europea y acogerá a todas las personas que se le asignen.

Nuestro país se ha mostrado solidario. Conviene tener presente que seremos el tercer país de la Unión que más refugiados acogerá. Solo Alemania y Francia recibirán a más refugiados.

Conviene destacar que, a pesar de los escarceos para tratar de obtener rédito político con este asunto, al final haya primado la voluntad política de cerrar filas con el ejecutivo y de realizar el esfuerzo presupuestario necesario para poder acoger a esos seres humanos en España.

Es triste el comportamiento de algunos socios europeos, como Hungría o Dinamarca – que el miércoles suspendía el tráfico ferroviario con Alemania – en esta crisis. La foto, otra foto, de un niño inmigrante, con su mochila a a espalda, llorando mientras su madre es obligada a descender de un tren en una estación danesa, no es tan impactante ni comparable con la de Aylan, pero no se puede mirar sin que nos quedemos indiferentes. Debería servir de llamada a las conciencias y a los sentimientos de humanidad de aquellos que parecen tener un corazón de piedra.

El propio Juncker, en su primer discurso sobre el Estado de UE, ha reconocido que «Europa no está en buena forma». Las crisis a las que ha tenido que hacer frente desde que asumió su cargo, no hace aún un año, confirman esa afirmación.

En esta crisis se ha reaccionado con lentitud. Ahora es necesario seguir dando pasos firmes para buscar una solución estructural que permita compartir la gestión y la financiación de la política de refugiados e inmigración que no puede ser responsabilidad solo – como bien sabemos en España – de los países que, según los casos, se encuentran en primera línea de los movimientos migratorios.

Al mismo tiempo, los europeos debemos ser conscientes de que o se actúa en el origen de esta inmigración desesperada o el desafío humanitario puede adquirir una dimensión difícilmente abarcable para la UE.

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