Fotos que golpean

Deia, E. Mesperuza Rotger Bilbao, 11-09-2015

El pasado 3 de septiembre, la tostada del desayuno se nos atragantaba al contemplar, entre atónitos y desgraciadamente acostumbrados, la imagen de un inmigrante, inerte, en las playas de Turquía. En esta ocasión, un niño de corta edad era la inocente víctima de la masacre que día a día puebla las costas de nuestra, cada vez menos unida, Unión Europea. En honor a la verdad he de decir que yo, como tantísimos otros ciudadanos y ciudadanas de este nuestro Primer Mundo desarrollado y enriquecido a costa del sufrimiento de la mayoría de la población mundial, fui espectadora pasiva de la cruel realidad retratada en aquella fotografía. Pasadas unas horas del trágico e inhumano suceso no hay sino preguntas sin respuesta en mi mente y en mi corazón: ¿qué hacen los líderes mundiales ante este niño sirio, muerto, en las costas de nuestra opulenta Europa? ¿Qué podemos esperar de unos gobernantes más pendientes de su cota de independencia que del latido humano de un niño, sin papeles ni futuro? ¿Cómo confiar en una sociedad más preocupada y ocupada en organizar bancos de alimentos para sus mascotas que en proporcionar una vida digna para todas las personas, especialmente para aquellas que buscan, a tientas y sin esperanza, un futuro justo y humano? La foto de ese niño sirio, muerto y sin un mañana, golpeó mi corazón y mis principios, y dejó mi tostada de desayuno anclada, a mitad de camino, entre la desolación y el enfado infinito contra el género humano.

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