Internacional / crisis migratoria en europa
Amanecer en el campamento de la vergüenza
ABC, , 10-09-2015El primer punto de Hungría que da la bienvenida a los inmigrantes y refugiados es una caótica explanada que se ha ido degradando con el paso de los días
Los primeros rayos de sol iluminan la acampada multicolor. Un centenar de tiendas de campaña empieza a cobrar vida según sus habitantes se despiertan en el interior. Aparecen las primeras cabezas por las cremalleras. Muchos otros han dormido al raso. Son inmigrantes y refugiados que han cruzado la víspera desde la vecina Serbia, apenas a un kilómetro. En minutos esta explanada junto a la carretera que lleva al pueblo húngaro de Roszke se convierte en caótico lugar. Llegan decenas de agentes de Policía, voluntarios, ONG, equipos de televisión, furgonetas con antenas armadas de ruidosos generadores para retransmitir al mundo las imágenes en directo…
Y llegan también más inmigrantes a través de la vía del tren que transcurre junto al campamento y que viene desde el país vecino. El goteo es incesante toda la jornada. Casi 3.000 el martes. La cifra ayer, aunque no se había hecho al cierre de esta edición oficial, era, al menos, similar. Pronto se ponen en colas, más o menos desorganizadas, en torno a las carpas en las que se distribuye ayuda. Comida, bebida, ropa y zapatos, sacos de dormir y mantas… Cada cierto tiempo los policías, con una complicada tarea por delante, tratan de trasladarlos en autobuses a un campamento cercano para que se identifiquen. Muchos se niegan.
Algunos llegan más que agotados y necesitan atención médica. «Sobre todo les curamos los pies y atendemos deshidrataciones», explica Mounette, una enfermera de 26 años llegada con una amiga desde Londres tras ver por televisión el caos reinante en esta frontera que es puerta del espacio Schengen. Asegura que está sin dormir, pero no lo parece. Mientras habla con el reportero, atienden a un pakistaní con el pie derecho infectado. Lo manda a que le vea un médico a la vecina tienda de campaña que tiene Caritas.
Dentro de la improvisación general, nadie pensó en que en pocos días la acampada, iba a convertirse en un lugar casi inhabitable si nadie la limpiaba. Así fue. La basura iba a ganar la partida. «Me da vergüenza ¿Esto es todo lo que podemos ofrecerles?», señala molesto, el sacerdote Gabor Ivanyi, presidente de los evangélicos húngaros. Parecía que sobraban mantas, comida, ropa, zapatos y desperdicios de todo tipo. Imposible casi poner un pie. «Esto es horrible y ridículo», asegura Tim Schmieg, un joven alemán llegado con sus amigos a ayudar. «Aquí tienen que mandar algo más que policías».
Gracias a que la temperatura es suave el olor no empeora todo. Hasta la tarde de ayer alguien no tuvo la feliz idea de limpiar al menos el grueso de la inmundicia. Varias toneladas se fueron en un camión. Posteriormente empezaron a organizar las tiendas de campaña en pequeñas calles, pues hasta ese momento estaban salpicadas aquí y allá. Anoche, la acampada en la que son recibidos en Hungría los refugiados parecía por fin menos vergonzosa. Hoy seguirán llegando.
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