(Sin) Fronteras
Canarias 7, , 09-09-2015
Mientras absurdamente media Europa debate sobre la (des) legitimidad de los medios de comunicación a la hora de mostrar imágenes de desesperados sirios huyendo de un país que sangra, de muertos con nombres y apellidos a los que estando vivos les dimos la espalda, mientras, digo, la realidad nos sobrepasa. Como siempre, nuestros políticos reaccionan tarde y mal, o por lo menos en su mayoría.
Las fronteras siempre han estado ahí. Y siempre ha habido la necesidad de traspasarlas, como fuera, porque la huida era mejor que la permanencia en un lugar, la patria, que sólo ofrecía cárcel, muerte, hambre, penurias… Ayer fueron los españoles, nuestros abuelos, los que se embarcaron con poco más que lo puesto rumbo a paraísos lejanos como Argentina, Cuba o Venezuela. Hoy son los africanos los que, desde hace ya décadas, intentan atravesarlas cómo sea, a riesgo de morir, de ser devueltos en caliente o de caer en manos de las mafias. Y también, como los sirios hoy, no hace tanto, medio siglo no más, los españoles, familias enteras con sus hijos y el miedo reflejado en sus rostros, se vieron apretujados en una frontera en la que les gritaban en un idioma que desconocían. Después de un largo viaje a pie, con el frío que cala los huesos cuando el futuro no existe y el presente pinta negro, miles de españoles tuvieron que emigrar para salvar el pellejo. Fueron Francia, Suiza, Alemania, Bélgica… sus paraísos particulares.
Eran como nosotros. Son como nosotros. Humanos que luchan por sobrevivir. Nada más, y nada menos.
Y en medio de esa lucha, la memoria juega un papel crucial. Cuando no valen ni cuotas, ni visados, ni papeles, la memoria y la solidaridad se vuelven imprescindibles. Pero también la rapidez. Por eso, no me vale un gobierno «traumatizado» por las imágenes de refugiados. Quiero un gobierno comprometido.
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