Colaboración

El egoísmo del Estado español

Diario de noticias de Gipuzkoa, Por Iosu del Moral, 08-09-2015

El egoísmo del Estado español parece que no tenga límites cuando nos referimos a su actuación respecto a la crisis humanitaria internacional que está sufriendo Europa con la llegada de miles de seres humanos que buscan refugiarse en los diferentes países de la unión

Quizás alguien debiera aclararle al Estado que, en primer lugar, cuando se refiere a la llegada de inmigrantes, está faltando a la verdad, pues las personas que están tratando de llegar a Europa son refugiados a los que en principio les ampara la legalidad internacional vigente donde cualquier país está obligado a conceder asilo a personas que procedan de países que se encuentran en mitad de un conflicto bélico. Por cierto, conflictos que en muchas ocasiones, si no directamente sí indirectamente, han sido producidos por muchos de estos países ahora receptores en la búsqueda del más óptimo posicionamiento geopolítico.

La paupérrima capacidad ético – moral de algunos de nuestros dirigentes roza el insulto a la inteligencia de los ciudadanos, cuando una vez más, no consultan a los mismos cuál es su posición frente a este tipo de temas, dejándonos como meros espectadores incapaces de hacer nada mientras observan por televisión una película que posiblemente pudiera catalogarse como uno de los mayores dramas jamás llevados a la pequeña pantalla. Pantalla utilizada como altavoz mediático para lanzar toda una serie de consignas que en muchas ocasiones, además de superar la indecencia moral, debieran ser penadas. Improperios tales como que ya no cabemos más, que vienen a quitarnos el trabajo o que con la llegada de estas personas la estabilidad del sistema sufre un serio peligro.

Pero ya sin entrar en el problema humanitario de fondo donde a la hora de hablar de seres humanos las cifras debieran quedarse a un lado, y aun aceptando su juego de números barajados, no deja de ser una vergüenza que se trate de crear alarma cuando los datos dicen todo lo contrario. Desde las autoridades europeas parece ser que se está invitando al Estado español a que se haga cargo de la recepción de cerca de 5.000 refugiados, cifra que para un país que supera los 40 millones de habitantes no debiera ser preocupante. Pero preocupa, si cabe aún más, la ingratitud del Estado al conocer el dato de que España es un Estado que cuenta con más de 8.000 municipios, lo que daría a menos de una persona por municipio. Dejando a un lado la capacidad solidaria y empática de cada uno, y solamente ciñéndonos al aspecto numérico, ¿de verdad que alguien con sentido común puede afirmar que un sistema sufre peligro de alarma social, o que sus recursos sufren peligro con la llegada de menos de una persona por municipio? ¿Alguien puede imaginarse que la vida, el abastecimiento o el normal comportamiento de un municipio de 10.000, 3.000 o aunque se tratase de una localidad con unas decenas de vecinos, pueda verse alterado por la llegada de un puñado de personas?

Parece que la tan ansiada recuperación económica jaleada a los cuatro vientos por miembros del gobierno, empresarios y banqueros, en definitiva por los incondicionales aliados del mercado y el capital, se pone en entredicho a la hora de hablar del Estado y su capacidad para afrontar la llegada de estos seres humanos a su espacio. Es ahí cuando comienzan a aflorar las primeras dudas sobre la anunciada a bombo y platillo recuperación, cuando el presidente del gobierno solloza a las faldas de la venerada Merkel que a su querida España le es imposible asimilar este número de personas ya que se trata de una recuperación muy débil, con una tasa de paro muy alta, y con una frágil estructura económica. Así que en cuestión de segundos pasamos de la euforia a encontrarnos con el primo pequeño quejica y llorica que busca dar pena a las autoridades europeas con el único fin que el de escurrir su responsabilidad, con el objetivo de librarse de la carga que le corresponde a la hora de colaborar en tal magna catástrofe humanitaria.

Comportamientos así solo pueden responder a la más ruin de las actitudes que un ser humano puede mostrar frente a un semejante, o que un Estado puede mostrar frente a otro, con lo que no hay que dudar de calificar como bochornoso, humillante y avaro el comportamiento del gobierno del Estado frente a la crisis que se está produciendo en los últimos tiempos. Esperemos que nunca los ciudadanos de este Estado tengan que pasar por alguna situación similar, ya que posiblemente nos encontraríamos con que los dirigentes de los países a los que habría que ir buscando refugio se comportaran de la misma forma que otros lo hicieran en el pasado, pagando con la misma moneda, la moneda vil e indigna del egoísmo.

La paupérrima capacidad ético – moral de algunos de nuestros dirigentes roza el insulto a la inteligencia de los ciudadanos

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