Ese mundo nuestro
Samaritanos, allá; xenófobos, acá
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 07-09-2015El alud migratorio que se está precipitando sobre la Europa rica y no tan rica ha revelado una verdad hasta ahora tan solo intuida: el contraste entre el espíritu solidario de varios pueblos y las aristas xenófobas de muchos, demasiados, gobiernos.
Todo el mundo está harto de ver fotos y reportajes de las alambradas de espino, los bloqueos de fronteras por Policía y Ejército y la resistencia que las naciones más ricas de la Unión Europea oponen a la acogida de las masas de fugitivos. Pero casi nadie ha oído o leído de la generosidad popular turca y libanesa con que se acoge en sus territorios ese mismo éxodo.
En Turquía, un Estado de 75 millones de ciudadanos y un PIB de 20,200 dólares anuales por habitante, se han instalado hasta ahora cerca de dos millones de refugiados sirios. Sirios y turcos son vecinos que histórica y étnicamente han tenido malas relaciones, lo que no ha impedido que la población otomana y el Gobierno de Ankara se hayan volcado en ayudar a los fugitivos. La ayuda estatal es más importante por su buena disposición que por los socorros (35 liras – unos 11 euros – mensuales a cada refugiados) en sí, una asistencia a la que hay que sumar la de las organizaciones humanitarias de la ONU (alimentos y tarjetas de crédito exclusivas para la compra de primeros auxilios), de unos 16 euros mensuales por fugitivo.
Mucho más importante y humanitaria que la asistencia estatal es el talante de la población indígena que ayuda en lo que puede e integra lo más deprisa que puede a los forasteros que han llegado a su país huyendo de la guerra y del hambre.
Y en el Líbano, una nación que bordea la muerte política desde hace lustros, acoge con mayor benevolencia y casi sin ayudas oficiales al 1.100.000 de sirios que han buscado refugio allá. Y aquí la solidaridad popular es aún más impresionante porque la República cuenta solo con cuatro millones largos de habitantes que tienen un PIB anual de 13.400 dólares.
Los casos libanés y turco contrastan grandemente con lo que sucede en Gran Bretaña y Alemania, las metas predilectas de todos los fugitivos (refugiados de guerra o meros emigrantes tercermundistas) en pos de un mejor nivel de vida. Allá los respectivos Gobiernos cicatean con las cuotas de acogida o incluso proyectan cierres radicales de las fronteras en tanto que los brotes de xenofobia – desde los incendios de residencias y agresiones personales hasta las manifestaciones violentas – van ganando adeptos entre la población indígena. Y Gran Bretaña tiene 58 millones de habitantes con un PIB anual de 39,500 dólares, mientras que en Alemania el PIB de sus 81 millones de habitantes es de 47.200 dólares, cuatro veces mayor que el turco…
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