A Europa en una lancha ‘de juguete’
Los refugiados viajan en barcas hinchables con chalecos salvavidas rellenos de trapo
El Mundo, , 06-09-2015Una pila de barcas hinchables hechas un guiñapo ocupa el patio del cuartel de los guardacostas. En un pasillo de tres metros de ancho, entre edificio y espigón, 33 refugiados sirios yacen sobre cuatro mantas. «Nos rescataron hace dos días en medio del mar, camino de [la isla griega de] Kos y aquí seguimos hacinados», explica un veinteañero que, por motivos de seguridad, rechaza dar su nombre. «Zarpamos todos en un bote de cinco metros de eslora y nos perdimos en el mar. Si el capitán supiese usar Google Maps…».
Los contrabandistas han pergeñado una estructura de tipo mafioso que atrapa, como una telaraña, a todos los solicitantes de asilo que deciden saltar a Europa desde Turquía. Según explican sus víctimas a este periódico a veces, ingenuos, pagan hasta 2.000 euros por cabeza por un viaje cuyos responsables no se presentan en el punto de embarque. Cuando lo hacen, eligen uno de los pasajeros, lo nombran capitán, le entregan dos remos y los hacen zarpar.
«Las mafias han untado a la mayoría de vendedores de barcas de la zona para que no nos vendan nada», explica el joven sirio. Yemshit Sherif, refugiado cristiano iraní, relata cómo un comerciante les pide 5.000 liras turcas (unos 1.500 euros) por una precaria lancha. «Hemos comprobado que se vende a los migrantes chalecos salvavidas rellenos de trapo, que más que salvar contribuyen al ahogamiento», explica un guardacostas bajo condición de anonimato.
«Turquía nos está condenando a depender de las mafias», lamenta ante este periodista un farmacéutico de Alepo que tampoco quiere identificarse. «Deberían facilitarnos el trayecto a Grecia», insta otro vecino sirio a su lado. Por ahora, Turquía ayuda por omisión. Según ha podido saber EL MUNDO la vigilancia de los guardacostas está siendo laxa si el bote de refugiados navega sin incidentes hacia Grecia. De ocurrir lo indeseado, acuden solícitos al rescate. Al otro lado del tramo marítimo que recorren las barcas, en la isla de Kos, están desbordados. «De todas las islas griegas donde están llegando los migrantes, Kos es la más caótica»», explica en conversación telefónica Óscar Velasco, delegado regional de comunicación de Cruz Roja Española y Cruz Roja Internacional. Velasco ha estado en Kos y, asegura, que «no hay ninguna respuesta articulada a la necesidad humanitaria que hay. Hay familias durmiendo al raso», añade. Cruz Roja trabaja asistiendo a los recién llegados a Europa en asuntos de sanidad, saneamiento y alojamiento.
El grupo de 33 sirios que EL MUNDO conoce junto a los guardacostas, y que viajaban en la misma barca hacia Europa, está integrado por dos subgrupos. El joven sirio, junto a allegados suyos, procede de zonas controladas por el Gobierno en el norte. «Vivía allí hasta hace cinco meses porque estudiaba Medicina. Huimos porque era imposible prosperar por culpa de la guerra, que empezó Asad. Mi familia se quedará en Turquía, pero yo querría acabar mis estudios en Europa».
El farmacéutico, que vivía en un barrio en manos rebeldes de Alepo, y que tiene idéntica opinión del presidente sirio, asegura que «estaba harto de los cohetes, los bombardeos diarios, la falta de agua y comida». «Para colmo», prosigue, «en octubre pasado el régimen me arrestó junto a mi hijo 17 días, acusándome de haber dado medicinas a los alzados al principio del alzamiento. Mi hermano tuvo que pagar 10.000 dólares para sacarme de ahí. Mira, yo soy secular. Estoy en contra de Asad, del Estado Islámico, del Frente Nusra y hasta de [el grupo salafista] Ahrar al Sham. Soy neutral. Quiero quedarme en Siria. Me gusta mi país. Pero a mis 61 años uno quiere algo de estabilidad, vivir con un mínimo de comodidades». El joven sirio remata el soliloquio: «¿Que si podemos morir cruzando el mar a Kos? Venimos de vivir bajo las bombas».
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