CRISIS HUMANITARIAAlemania organiza la acogida urgente de 10.000 refugiados

Operación llegada

El Mundo, ROSALÍA SÁNCHEZ ALBERTO DI LOLLI BERLÍN NICKELSDORF (AUSTRIA) ESPECIAL PARA EL MUNDO, 06-09-2015

En autobuses, en trenes, en transportes clandestinos… La mayoría de los refugiados que cruzan Centroeuropa tienen como destino Alemania. Casi todos ellos desembocarán en la oficina de registro de Moabit, en Berlín, donde cientos de personas ya hacen cola para comenzar los trámites burocráticos y donde se espera en las próximas horas un auténtico tsunami. Alemania se enfrenta al reto logístico de recibir a esa avalancha humana que y repartirla en alojamientos lo más ordenadamente posible. Los refugiados que llegaban ayer a la frontera austriaca se asomaban al descubrir una Europa mucho más acogedora de la que habían conocido a su paso por Hungría, desde donde habían sido trasladados en autobuses después de vivir una verdadera odisea.

«Varios conocidos de Homs están ya en Múnich y tomarán el primer transporte que puedan para venir aquí», comenta Isa, una mujer siria de 35 años que intenta apaciguar a sus hijos, de cinco, siete y nueve años, aburridos de esperar y desfallecidos por el cansancio.

La policía ha pedido a los ciudadanos que no se acerquen a las estaciones de ferrocarril y autobuses con comida, mantas o juguetes para los niños porque, a pesar de su buena voluntad, entorpecerán el dispositivo de llegada. En la Oficina Berlinesa de Salud y Asuntos Sociales (LaGeSo), ya se han producido varios tumultos a causa de espontáneos que acuden con cajas de ropa y comida. Los refugiados, cansados e irritables después de varios días durmiendo al raso para no perder su lugar en la cola, han peleado incluso por conseguir bocadillos, aunque, afortunadamente, no se han registrado heridos.

La Compañía de Aguas de Berlín ha instalado expendedores de agua potable en varias esquinas del patio del edificio en el que se esperan hasta 10.000 refugiados en los próximos días. El cercano hospital de la Charité ha instalado camiones con quirófanos y aparatos de Rayos X, preparando al equipo sanitario para cualquier eventualidad.

Y las donaciones no pueden entregarse personalmente a los refugiados desde el viernes, sino que se ha puesto a disposición de los ciudadanos un almacén en un edificio cercano al que los recién llegados pueden acudir en busca de abrigos, comida, mantas, o cualquier otra cosa que necesiten.

Una pantalla electrónica instalada también en el patio va dando paso por estricto orden de llegada a los poseedores del número correspondiente. En la primera oficina reciben el documento denominado Aufenhalterlaubnis, una especie de permiso parcial de residencia que legaliza su presencia en el país durante tres meses y que da acceso a quien lo posee a las generosas ayudas sociales alemanas. El siguiente paso para la mayoría es buscar casa.

Al frente de la operación, tratando de poner orden en este Babel de miradas hundidas, se encuentra la directora de la oficina Viviendas para refugiados, Friederike Subklew-Sehume. El 57% de los que llegan hasta ella han visto ya alguna oferta de alquiler por internet y necesitan asesoría y respaldo. Al resto hay que encontrarles casa desde cero. Su equipo lleva ya varias semanas trabajando «al filo de nuestra capacidad». Han organizado turnos en cinco idiomas y los más solicitados son el árabe, el persa y el inglés. Su misión es ir colocando refugiados en casas de alquiler que paga el Estado alemán, a razón de hasta 400 euros por persona. No hay viviendas disponibles para todos y los criterios de prioridad generan a veces conflictos morales.

«Tenemos que dar prioridad, por ejemplo, a familias monoparentales. Cuando son dos, uno puede realizar búsquedas en internet o visitar casas mientras el otro cuida de los niños. Pero cuando es uno solo debemos darnos más prisa», confiesa Subklew-Sehume, que lamenta que «si es una pareja joven sin hijos o incluso de mediana edad, a veces hay que ir dejándolos atrás en la lista para instalar casos más urgentes».

«¡Que vuelva mañana, que vuelva mañana! Eso es todo lo que me han dicho después de esperar dos días en la cola…», se queja una mujer kosovar visiblemente enfadada. Cuando cierran las oficinas, varios autobuses de la red urbana de Berlín se presentan frente al edificio ofreciendo transporte a los refugiados a diversos albergues o instalaciones para dormir bajo techo. Pero muchos prefieren quedarse para no perder su número. «Hacemos lo que podemos, vamos probando diferentes formas de reaccionar a las nuevas situaciones que surgen constantemente», reconoce Subklew-Sehume, personalmente implicada en el bienestar de los que llegan.

El proceso es largo y tedioso para evitar la corrupción en la recepción de ayudas. El alcalde de Berlín, el socialdemócrata Michael Müller, cuenta con un plan de contingencia que deberá acoger a 40.000 refugiados en los próximos días y los medios locales calculan que llegarán a 70.000.

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