A TORRE VIXÍA

La acogida de refugiados en la UE

La Voz de Galicia, XOSÉ LUIS BARREIRO RIVAS, 07-09-2015

Con Schengen o sin Schengen, las fronteras interiores de la UE ya son estructuralmente permeables. Y por eso es un grave error afrontar la crisis de los refugiados desde los Estados, porque todo lo que suceda desde Serbia y Ucrania hacia el Oeste acabará, tarde o temprano, sobre la mesa de Merkel.

Por esas mismas razones, resulta inconveniente tratar este asunto siguiendo los sentimientos e impulsos de los ciudadanos, o desde los esfuerzos coyunturales que puedan hacer los cooperantes, las iglesias, las Administraciones territoriales o las familias. Porque este tema no es una catástrofe puntual como una inundación o un terremoto de dimensiones y duración establecidas, ni afecta a personas integradas en los entornos que las auxilian. Y por eso conviene asumir cuanto antes que esto no hizo más que empezar, que el tiempo de acogida puede prolongarse durante años o generaciones enteras, y que tanto la primera recepción como los programas de integración y asistencia social que se generen no son abordables ni sostenibles sin la directa implicación económica, política y jurídica del Estado, y sin que se realicen fuertes transacciones entre los países de la UE que equilibren los esfuerzos que todos, en formas y tiempos diferentes, tenemos que afrontar.

Europa tiene la obligación moral, económica y política de acoger, o de resolverles los problemas detectados en origen, a todos los refugiados de sus entornos, sin regatear costes ni sacrificios. Más aún, puesto que al final vamos a acogerlos, por las buenas o por las malas, será mejor que lo hagamos pronto y con seriedad, ya que lo que se gestiona es mejor que lo que sucede, y el orden es más eficiente que el caos. Pero eso no quiere decir que este monumental compromiso pueda quedar encomendado al buenismo y la improvisación, o que podamos fiarnos de lo que ya parece una competición más o menos consciente para ver quién es más generoso, o quién desgasta más a los gobiernos que, por su propia naturaleza, tienen que prever las derivas futuras de sus decisiones.

El esfuerzo que hagan los ciudadanos, las instituciones locales y las redes asistenciales no es sostenible, ni siquiera a medio plazo, sin el apoyo del Estado. Tampoco puede tener continuidad si no se encuentran formas jurídicas adecuadas para censar, asistir e integrar a sucesivas oleadas de refugiados en las que abundan niños, ancianos, enfermos y población gravemente empobrecida. Por eso haríamos bien si, en vez de hacer cada cual lo que mejor le parezca, forzamos a Europa a adoptar medidas urgentes, potentes e integrales para afrontar una situación que, tal como hoy se presenta con gente que exige y debe acceder a nuestros niveles de bienestar no tiene precedentes. Por eso no podemos improvisar, salvo que queramos correr el riesgo, no descartable, de una catástrofe.

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