Los refugiados que consiguen llegar a Alemania se enfrentan a la lentitud y desinterés del Gobierno de Merkel
El país da respuesta a la llegada de refugiados que huyen de la guerra de Siria pero las principales iniciativas parten de la propia población y no de las instituciones.
Público, , 05-09-2015BERLÍN. – Según la ley de asilo político alemana de 1993, en la que se recalca convenientemente que no se debe “abusar de este derecho”, para que se lleve a cabo una actuación efectiva de las instituciones en materia de refugiados se necesita proveer a cada persona de alojamiento, cobertura médica, asumir los gastos de calefacción, nutrición, ropa y bienes de consumo propios. Para ello se estableció una ayuda económica que varía en función de la edad y la situación en la que se encuentren (número de hijos o parientes a su cargo) y se sitúa en torno a los 200 euros por persona como dinero de bolsillo con los gastos de alojamiento y calefacción ya cubiertos. El seguro médico del que disfrutan los refugiados, obligatorio en Alemania y por el que cada persona tiene que pagar un precio mínimo de unos 150 euros, sea o no trabajadora, no es suficiente puesto que a veces las vacunas llegan tarde. Así ocurrió el invierno pasado, según relatan desde la asociación ‘Bienvenidos a Wilmersdorf’, una iniciativa ciudadana en el barrio Wilmersdorf – Charlottenburg de Berlín que trata de cubrir las necesidades a las que el estado alemán no atiende de manera efectiva. “Nuestro mayor miedo es que ocurra como el año pasado, cuando no se vacunó a tiempo y hubo un brote de sarampión que ocasionó tres muertes. Esta desatención puede ocasionar que otras enfermedades broten, como es normal en una comunidad grande. La única respuesta que obtuvimos del ministerio es que tenían poco personal y medios insuficientes para tanta gente”, cuenta Martina Schörer, voluntaria de dicha asociación. En esta plataforma conviven la solidaridad individual con otras organizaciones políticas (como Die Linke, el partido de la izquierda y el Partido Pirata) o sindicatos, además de las iglesias católica y evangélica.
En Wilmersdorf, el edificio principal destinado a la acogida de refugiados este verano, fue un antiguo ayuntamiento que llevaba cerrado unos años. Debido al estado de abandono en el que se encontraba, decenas de personas tuvieron que acudir voluntariamente a limpiar, llevar ropa y alimentos, productos de higiene y montar las literas. El día de la llegada, muchas personas tuvieron que esperar a que acabasen las labores de adecentamiento del lugar, que no contaba inicialmente con agua ni luz eléctrica y en el que los servicios públicos alemanes no pusieron las duchas hasta el quinto día. “Este año nos dicen que vienen desde Hungría más de mil. Y nos parece indecente que se quieran habilitar tiendas de campaña o polideportivos sin calefacción adecuada, cuando las circunstancias climáticas en Berlín son de frío extremo en invierno", asegura Martina Schröder, voluntaria de ’Bienvenidos a Wilmersdorf’."Estamos encantados de que vengan, intentamos acompañarles a los trámites burocráticos y ayudar en todo lo que podamos y lo hacemos desinteresadamente, pero creemos que el Gobierno tampoco puede mirar hacia otro lado y debe garantizar la acogida. Nos preocupa la polÍtica que desempeña CDU en este sentido, puesto que su idea es que pasen aquí el invierno y luego sean devueltos a sus países de origen. La dejadez de las instituciones obedece a motivos políticos como recortes y por eso permiten que cientos de voluntarios hagan su trabajo, para no invertir dinero en ello. Además admiten que se les trate de forma hostil para disuadir que lleguen más o traigan a sus familias”, explica.
Sirviéndose de herramientas virtuales, como Facebook, grupos organizados espontáneamente se coordinan para almacenar ropa, mantas, alimentos, productos de higiene…
El tren que debería haber llegado este viernes a Berlín procedente de Hungría, fue detenido por las autoridades húngaras. En él viajaban un millar de personas solicitantes de asilo que se han negado a abandonarlo para no tener que ser recluidas en campos de refugiados, pues esta era la idea del ejecutivo húngaro. Además de ese conflicto, se han aprobado de manera urgente varias leyes que limitan la entrada por su frontera, estableciéndose controles policiales mucho más duros o con la posibilidad de entrar sin orden judicial a las casas de quienes se sospeche que albergan refugiados en ellas. Mientras, en Berlín, ya se prepara todo para la llegada del convoy, prevista para este fin de semana. El aluvión de solidaridad ha llegado desde todas partes. Sirviéndose de herramientas virtuales, como la red social Facebook, grupos organizados espontáneamente se coordinan para almacenar ropa, mantas, alimentos, productos de higiene o tarjetas de transporte, entre otros suministros. Cada barrio ha establecido un punto de recogida de material donado con el que se espera cubrir las necesidades de toda la gente que llegue a la ciudad. También han creado una aplicación de móvil para quienes quieran acoger refugiados en sus propias casas. Paralelamente a estas iniciativas solidarias, también resurge la xenofobia. La semana pasada fue incendiado en Berlín otro albergue de refugiados situado entre los distritos de Wittenau y Reinickendorf, al noroeste de la ciudad. Aunque se desconoce la autoría de este incendio, grupos neonazis o abiertamente racistas, como el partido nacionaldemócrata alemán (NPD) cuyas similitudes con el antiguo partido nazi son alarmantes, han convocado manifestaciones para denunciar la acogida “masiva”, que según ellos está haciendo Alemania. Sus pretextos son que no se puede acoger a tanta gente debido a la falta de recursos y que el estado tiene que ocuparse primero de los alemanes para garantizar la seguridad de sus propios ciudadanos. Para apoyar su teoría esgrimen ejemplos aislados de violencia que no representan la situación real, puesto que en Berlín, una ciudad compuesta en un 10 % por emigrantes, la convivencia no ocasiona apenas conflictos graves.
La semana pasada fue incendiado en Berlín otro albergue de refugiados situado entre los distritos de Wittenau y Reinickendorf
De esta línea se ha distanciado relativamente la canciller alemana, Angela Merkel, que en la cumbre de Messeberg de la semana pasada instó al ejecutivo de Mariano Rajoy y al resto de países de Europa a repartirse “equitativamente” cuotas de refugiados para actuar de manera conjunta ante esta situación de emergencia social. Pero la realidad es que no existe una política común europea en cuestión de asilo político y, mientras Hollande o Cameron se escandalizan por la devastadora imagen del niño Aylan ahogado en las costas turcas hace pocos días, las negociaciones con Hungría, puerta de entrada al territorio Schengen, discurren con lentitud. Este verano, con afán de no preocupar a su partido o socios de gobierno, Merkel dejó clara la postura de CDU al visitar una escuela, en la que dijo que Alemania no podía hacerse responsable de todas las personas que traspasasen sus fronteras. Estas duras declaraciones provocaron el llanto de una niña Palestina que preguntó por las opciones que tendría su familia al ser refugiada.
Ante esta situación no sólo el pueblo alemán está prestando ayuda, sino también algunos emigrados españoles residentes en Berlín. Es el caso de Íñigo Valdenegro, abogado especializado en extranjería, quien trabaja para evitar las deportaciones. Éstas se pueden producir por sorpresa e incluso coiciden con la solicitud de renovación de la ayuda social. “A veces me avisan, a mí como abogado, de que la deportación se realizará por la mañana mandándome un fax a las siete de la tarde, hora en la que normalmente las oficinas en Berlín ya están cerradas. Si no puedo mirar el mensaje a tiempo, esa persona o familia ya no pueden contar con mi ayuda para paralizar el proceso”, relata. Por este motivo, la situación de estas familias no es de total tranquilidad a pesar de pisar territorio alemán y ser atendidos convenientemente. Para poder conseguir la nacionalidad alemana deben pasar entre 6 y 8 años, no tener antecedentes penales y garantizar unos ingresos mínimos. Valdenegro creó hace unos cinco años la “Oficina Precaria”, junto con otros voluntarios. Cada jueves asesoran tanto a personas emigradas como a refugiados sobre su situación legal, laboral o social en Alemania.
“El mayor problema es que el Senado de Berlín ha empezado muy tarde a reaccionar, dejando todo el trabajo a las ONGs y al voluntariado"
Noemí Argerich es una catalana que emigró a Berlín hace 13 años. Mientras prepara varias cajas con enseres básicos para llevarlas al punto de recogida del oeste, cuenta que para ella “el mayor problema es que el Senado de Berlín ha empezado muy tarde a reaccionar, dejando todo el trabajo a las ONGs y al voluntariado. El gobierno debe coordinar todas las acciones de ayuda y no dejar a libre albedrío de los estados federales o de las ciudades más afectadas todo el trabajo. Además, en mi opinión, habría que volver a la política internacional de distensión y replegar las tropas europeas a sus cuarteles de base. Los países europeos deben diseñar su propia estrategia geopolítica diferenciada, basada en el diálogo y en la paz. También es importante velar por la seguridad de los refugiados, puesto que se han obviado los ataques de la extrema derecha. Otra cosa fundamental es el reparto. No se puede consentir que se instalen sólo en ciertas zonas que se puedan llegar a convertir en guetos. La población europea debe convivir con los problemas que sus gobiernos, con esta política de austeridad masiva, generan”, dice. De la misma opinión es Fabio Reinhardt, portavoz de política emigratoria del Partido Pirata en la cámara de Diputados de Berlín. Para quien “el problema es que viene mucha más gente que las plazas que se habilitan, lo que supone situaciones incómodas, como que tengan que esperar varias semanas para registrarse y, por tanto, tarden en cobrar las ayudas”.Alemania espera acoger este invierno en torno a 800.000 refugiados procedentes en su mayoría de Siria.
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