Varas de medir

Diario Sur, , 05-09-2015

La vida tiene muchos raseros, tantos como diferentes, sin que la lógica impere en casi ninguno de ellos. Es la teoría de las conciencias, que se ampara en la diversidad para esconder las miserias, arma que utilizan sin ningún rubor quienes viven al margen de la justicia real, que está por encima de los parámetros habituales. Hay momentos en la vida en los que la sociedad tiene que reaccionar, aunque para ello necesite una patada donde más le duela, para que al menos la sienta y la padezca. Ha ocurrido con la tremenda, impactante, durísima y despiadada fotografía de Aylan, el pequeño de tres años muerto en las playas de Turquía, que ha sido portada de los periódicos de tres cuartas partes del mundo y que ha despertado, aunque sea al menos por unas cuantas horas, esa conciencia dormida de nuestra sociedad. Sin que ni siquiera la intuyera, porque murió en 1956, parece que esa foto fue la que inspiró al ‘sabio de Baltimore’, Henry – Louis Mencken, uno de esos periodistas de los que ya no existen, cuando dejó para la historia la contundente frase que dice que «la conciencia es una voz interior que nos advierte que alguien puede estar mirando». Eso es lo que nos ha pasado con la foto de Aylan. Nos ha despertado la conciencia, nuestra mala conciencia, porque la hemos visto, la hemos mirado…, porque desgraciadamente llevamos mucho tiempo con muchos ‘Aylanes’, aunque haya sido ese querubín rubio el que de verdad nos haya partido el alma a trozos. Volvemos a las varas de medir. ¿Qué es bueno o qué es malo? Bueno, no: ¿qué es malo o qué es peor? O más duro aún: ¿qué es o no noticia? Si mueren 300 inmigrantes en una patera no se paran los programas del corazón ni se realizan ediciones especiales de los periódicos, pero si un pedazo de crucero se escora un poco y son británicos, alemanes, estadounidenses o españoles los pasajeros que pierden la vida (aunque sean unos pocos, seis o siete), las rotativas revientan y los minutos de radio y televisión son pocos. ¿Es que hay muertos de primera, de segunda o de tercera? La muerte es lo mismo de dramática para todos, pero no es igual, ni mucho menos su repercusión. Así de claros hay que ser y así de sinceros. ¿Vale igual la vida de un ‘sinpapeles’ que la de un vecino millonario? Ante la existencia perdida, exactamente igual; ante el devenir del tiempo, lo mismo, pero no ante la sociedad. Seguramente al primero lo olvidarán para no enterrarlo, y al otro lo enterrarán para no olvidarlo. Tanto tienes tanto vales, aunque la muerte sea igual para todos. Ya saben lo del excéntrico millonario galés, que pidió ser enterrado con las manos fuera del ataúd para demostrar que con ellas vacías vino al mundo y con ellas vacías lo abandonaba. El problema es que Aylan tenía que haber salido en la fotografía jugando en la playa con las olas, nunca jamás por haber perdido la vida en el mar… Ojalá esa trágica foto nunca deje descansar la mala conciencia de este mundo de hoy. Sea como fuere, jamás se podrá subsanar el mayor delito que existe: arrebatarle la vida a un niño.

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