Agua

Diario Sur, , 05-09-2015

Las olas leves en una playa turca han provocado un tsunami en la lejana Canadá, donde esta semana el profesor Lazhar ha vuelto a ser contratado en un colegio de Montreal. Las réplicas del tsunami han llegado a nuestros salones, y esta vez no ha sido necesario abrir el periódico para que se derramase el Mediterráneo sobre nosotros. Desde la portada, un solo niño ha conseguido englobar todo el drama de los refugiados. He recordado la película de agua que la marea conseguía pasar bajo el cuerpo de un niño muerto en ‘El señor de las moscas’, la novela de William Golding: de repente, todo iba en serio, como si no hubiera sido así desde mucho antes. Fue necesario cerrar el libro y abrirlo después, pero ya de otra manera. Hemos visto la foto del niño en la playa y hemos sabido su nombre, la suerte de su hermano y de su madre, el rechazo que ha hecho su padre de la oferta de asilo del gobierno de Canadá, el mismo gobierno que ya había rechazado esa solicitud para esa familia. El gobierno de la criticada Merkel (siempre necesitamos alguien que encarne el mal, como en la novela de Golding, y mucho mejor si está a tres mil kilómetros de nosotros) ha sido el que ha tenido la respuesta más solidaria, enfrentándose a parte de su pueblo, que sigue atacando residencias de refugiados (sí, otra parte de ese pueblo recibe en las estaciones de tren a los refugiados y les ofrece mantas y comida). Aquí nos hemos sentido bloqueados ante la foto con la que nos golpeaba el periódico y ya no sabíamos ni si acabar el café. Regresábamos incómodamente a la foto y queríamos detenernos en el mar, pero el mar nos llevaba al niño. Resultaba inquietante su vestimenta. Lo hemos reconocido como uno de los nuestros y nos hemos preguntado cómo hemos sido capaces. Habíamos escuchado a nuestro presidente, que ya ha salido del río (se fotografió con el agua al cuello), rechazar la cuota ridícula que la UE nos pedía. Cameron de la isla, con su educación exquisita, fue exquisitamente cruel. El tsunami ha mojado también sus zapatos y ahora se vuelven generosos ante el generoso pueblo.

En Málaga se encuentran casi las últimas playas de ese mismo mar que baña la costa turca, y desde Málaga, con amor, exportamos a Hungría esas alambradas ¡con cuchillas! que la policía húngara coloca adecuadamente en sus fronteras. Son las mismas alambradas colocadas con éxito en la valla de Melilla. En Málaga se encuentra la única fábrica en Europa de este tipo de alambradas. También en Málaga tenemos sedes de CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado), en calle Ollerías, de Málaga Acoge, de Médicos Sin Fronteras y de Cáritas, que trabajan con refugiados. Quizá sea un buen momento para hacerse socio. En Málaga, por supuesto, no podría acogerse a la totalidad de los refugiados que huyen de Siria, porque, que no se nos olvide, hay guerra, pero sí a muchos más de los que acogemos, como confirma el presidente de CEAR Málaga.

La situación requiere actuar. Los reyes magos van a traernos un presidente del gobierno – Rajoy apunta al 20 de diciembre para las elecciones generales – , pero a ver si los reyes magos van a poder cruzar nuestras fronteras. El profesor Lazhar, protagonista de la extraordinaria película canadiense de ese mismo título, llegó a Montreal huyendo de la guerra en Argelia, y su historia recuerda a la del hombre más triste del planeta, el padre del niño de la foto, quien ha dado media vuelta y ha regresado a un país hermosísimo que lleva años desangrándose y destruyéndose, Siria, en una guerra con la que hasta ahora sólo lograba entretenernos el Estado Islámico con sus violencia usada como propaganda. Nos han tocado donde más nos duele, en el centro de nuestros salones, y ahora nos queda descargar nuestra rabia con un par de frases ingeniosas en las redes sociales, pero se puede hacer mucho más. El 20 de diciembre queda muy lejos, casi al otro lado del mar (¡del Mas!), pero unas calles más abajo de la nuestra están esas sedes del párrafo anterior, incluso más cerca todavía, sin salir de la pantalla que nos conecta permanentemente con algo que llamamos realidad.

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