al espectáculo dantesco de comprobar los padecimientos hasta la misma muerte de las decenas de miles de refugiados que están llegando a Europa – al menos 120.000 este ejercicio – procedentes de países en conficto como Siria o Irak se está sumando otro incruento pero asimismo vergonzoso: el penoso y cruel racaneo por parte de los Estados más poderosos del Viejo Continente para dar cobijo a esos infortunados desplazados. Ante la magnitud de semejante ejercicio de insolidaridad, ayer resonó con particular vehemencia la denuncia del presidente turco Erdogan, cuando afirmó en una reunión del G – 20 que Europa se ha convertido con una pasmosa indolencia en un inmenso cementerio de refugiados, que se ahogan en el Mediterráneo en la misma medida que los valores de una civilización que en origen quiso distinguirse por su filantropía y que ahora es cómplice de los señores de la guerra del uno al otro confín del mundo merced a la venta de armas al por mayor. Tamaño drama no ha perturbado sin embargo el tradicional egocentrismo de la canciller Merkel, quien, aun reconociendo que Grecia e Italia están desbordadas por la gravedad de esta crisis humanitaria, sigue priorizando una política de cuotas beneficiosa para Alemania y a la espera de la reunión para dentro de nada menos que diez días de los ministros de Interior y Justicia de la UE sobre la base de una propuesta al alimón con Hollande de lo más vaga en sus contenidos y carente de la memoria económica imprescindible. En sentido contrario a esa irresponsable y necia parsimonia, lo que los refugiados precisan es un plan urgente de acogida que contemple, entre otros aspectos, la asistencia sanitaria y la escolarización de los menores, así como la paralización de las denominadas devoluciones en caliente. Y todo ello sin menoscabo de atacar al fin de forma decidida y con vista larga la raíz de las migraciones para salvar la vida, lo que pasa fundamentalmente por resolver los conflictos bélicos, ayudar a un crecimiento económico justo y refozar institucionalmente a los países desfavorecidos, además de combatir a las mafias que trafican con personas. En este contexto desalentador, el Gobierno del cambio erigió ayer a Navarra en una referencia pionera en el Estado español y en Europa al ofrecer la Comunidad Foral como tierra de asilo. Una iniciativa que resultó catalizadora para que otros territorios se sumaran, dejando más si cabe en evidencia a un Rajoy que ha oficiado de nuevo como siervo de frau Merkel.