La fotografía es la metáfora del malestar
La crueldad de la imagen no es tan solo lo que dice la imagen misma, sino todo lo que la impulsa
El País, , 04-09-2015Esta fotografía es ya una metáfora del malestar del mundo. Europa es ahora el espejo oscuro de las guerras que ocurren y que afluyen a sus costas y a sus estaciones como el aterrado lamento de una humanidad que huye.
La crueldad de esa imagen no es tan solo lo que dice la imagen misma, sino todo lo que la impulsa. Antes de que ese terrible fragmento de la guerra pasara a formar parte de la memoria herida de este tiempo, la sociedad asistía indignada o impertérrita, según las geografías y las sensibilidades, a la escalada de una mezquindad incomprensible. Los países contaban con los dedos su capacidad de admisión de refugiados, y las estaciones y las costas se llenaban de seres sufrientes como los españoles que huían del horror de la Guerra Civil.
Esa guerra que vivimos los españoles generó imágenes reales, que dieron la vuelta al mundo; y generó también una metáfora que valió como el resumen de todas las demás, y que generó una solidaridad enorme con los sufrientes. Fue el Guernica, el cuadro en el que Picasso glosó los horrores de la guerra. Ahora, como un Guernica que vale más que millones de palabras, se ha producido esa fotografía del niño muerto en la orilla de una playa turca. No es una ilustración, no debe serlo: es real. Y tampoco es una instantánea, una foto tomada al vuelo en el fragor de una batalla, como la inolvidable escena de Vietnam. El niño está ahí, lleva rato, el retrato tiene una secuencia, y cada una de esas imágenes ha sido tomada desde el horror de la cámara. Pero la cámara no está acuciada por el drama que transcurre: el niño yace, yace el mundo entero en esa figura patética que nos acusa. El horror está ahí, dramáticamente quieto. Ya es, cada secuencia de esa imagen central y verdadera, la muerte, una metáfora que cada uno debe tomar según su sensibilidad; en el caso de los periodistas, cada uno aplica su modo de ver, su sensibilidad también rabiosamente humana. Porque lo que ha sucedido le ha sucedido a un ser humano. Le ha sucedido esto a un niño. Así que la foto de este niño no es una ilustración, no debe serlo.
El tratamiento que esa imagen ha obtenido en periódicos de todo el mundo ha diferido. Algunos, como ha ocurrido en España, han preferido utilizarla con todos sus detalles: el niño en la arena, azotado por la miserable secuencia de la guerra. Con todos los detalles de la muerte.
No se culpe a nadie, como decía Cortázar. Explico lo que sentí ante la secuencia de las fotos y la razón por la que la elección de la imagen que dio este diario me resultó adecuada. Ahí están el niño y la desolación del hombre que lo fue a salvar. Con la nitidez de una imagen que no necesita más grito, ahí está, sin vuelo en el verso, como escribía José Hierro, tan certero en la descripción del sentimiento de la pérdida. Esa quietud, la escena conmovedora del niño y quien lo sostiene, adquiere en ese abrazo el tremendo poder metafórico que Picasso le dio al hiriente escenario del asesinato que se produjo en Gernika. La rabia que se siente ante la muerte es una metáfora que transcurre en silencio, como el dolor que sigue
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