editorial

Otra Europa

La UE debe adaptar sus estructuras y políticas a la crisis de los refugiados

El País, , 04-09-2015

Ha costado, pero parece que Europa está dando los pasos necesarios para el cambio de política que la crisis de los refugiados exige. La Comisión Europea propondrá el reparto de 120.000 refugiados más entre los 28 miembros de la UE, lo que sumados a los 40.000 propuestos anteriormente, sumarían un total de 160.000. La cifra, aunque considerable, es apenas una parte de todos los refugiados que habrán llegado este año a Europa. Pero más importante que la cifra es el propósito de diseñar un mecanismo permanente, automático y obligatorio de reparto. Para afrontar esta crisis con alguna garantía de éxito es preciso que los países miembros asuman la dimensión global del problema. Desde este punto de vista, es positivo que el Gobierno español haya rectificado y anuncie que acogerá la cuota de refugiados que le corresponda.

Ningún país puede afrontar solo este desafío. Es un reto para toda Europa y no solo para los países de llegada —que lo son por su posición geográfica— ni tampoco para los que, como Alemania, concentran el mayor número de peticiones de asilo, por haber sido hasta ahora más generosos que los demás. Solo en agosto Alemania ha recibido 104.000 solicitudes. Por mucho que sea el país con mayor capacidad económica y demográfica de Europa, es evidente que no puede ni debe asumir en solitario una avalancha que al finalizar el año podría alcanzar los 800.000 refugiados.

Editoriales anteriores

El naufragio de Europa (03/09/2015)
Máxima colaboración (25/08/2015)
Un problema europeo (08/08/2015)
Abrir los ojos (29/05/2015)
En esta crisis, Alemania es un ejemplo a seguir. Tiene el mérito de no haber rehuido el problema y su autoridad moral es, en esta cuestión, indiscutible. No solo por la política de su Gobierno, con Angela Merkel ejerciendo un liderazgo continental muy necesario; también por el compromiso de sus ciudadanos. Muchos alemanes han salido al encuentro de los refugiados para ofrecerles su ayuda, arrinconar las voces xenófobas y contrarrestar las 336 agresiones registradas este año contra centros de acogida, la mayoría de ellas perpetradas por grupos neonazis. Es esperanzador ver cómo también en España y otros países se moviliza la solidaridad ciudadana. Pero los grupos y partidos xenófobos siguen ahí, dispuestos a sacar rédito político: el mejor antídoto es una gestión comunitaria amplia, compartida y de largo alcance. No cabe otra opción. La alternativa es la disgregación política y el retroceso en avances como la libre circulación de las personas, para precipitarse hacia un escenario de nacionalismos amurallados y militarización caótica de las fronteras.

Europa tiene que hacer de la necesidad virtud, mirar a largo plazo y afrontar esta crisis como una oportunidad para avanzar en la unión y reforzarse. Su demografía no es boyante. Con 507 millones de habitantes, necesitará a corto y medio plazo contingentes migratorios con los que apuntalar su economía. Los refugiados que llaman ahora a sus puertas pueden contribuir a ese futuro, como los exiliados españoles contribuyeron al de México y otros países que les acogieron. Muchos de los que llegan son jóvenes y familias con niños que saben que no podrán volver durante mucho tiempo a sus países y que no se resignan a dar a sus hijos el horizonte sin futuro de un campamento de acogida. Su esperanza está en Europa. Y Europa puede construirse mejor siendo generosa con ellos.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)