Mortandad humana en el Mediterráneo
Deia, , 04-09-2015eN las aguas del Mediterráneo se está produciendo una auténtica crisis humana, con una elevada mortandad de personas que escapan de conflictos bélicos. Las guerras en Siria, Irak, Sudán del Sur, República Centroafricana, Nigeria, Burundi, entre otros puntos de confrontación, a lo que se suma la guerra en Ucrania y los terremotos de Nepal, provocan millones de desplazados. Según ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados), 53 millones de seres humanos han tenido que abandonar sus países de origen para escapar de la guerra y los genocidios; ni siquiera en la II Guerra Mundial se alcanzó una cifra similar de exiliados. Al huir de una muerte segura, estas personas simplemente responden a un impulso básico de supervivencia que no se puede discutir ni poner en duda desde el punto de vista ético, puesto que todos actuaríamos del mismo modo. Por ejemplo, durante la Guerra Civil de 1936/39, multitud de vascos y españoles cruzaron la frontera con Francia huyendo, con frecuencia en estampida, de los bombardeos y de la represión franquista y de la miseria que provoca la guerra siempre.
El problema de la migración hay que abordarlo de raíz y hacer frente a sus causas. Los mandatarios europeos como David Cameron, cuyo gobierno pretende cerrar férreamente las fronteras del Reino Unido, endurecer las condiciones de vida de los migrantes que ya residen en ese país, ilegalizándoles en la práctica, o los discursos xenófobos como el del exalcalde de Vitoria/Gasteiz, Javier Maroto, en relación a la concesión de ayudas sociales y prestaciones, olvidan que Occidente tiene una gran responsabilidad en los conflictos bélicos mencionados. Los países que colonizaron el continente negro abrieron con desgana y desidia, después de la II Guerra Mundial, un proceso de descolonización que no tuvo en cuenta ni los intereses, ni las tradiciones, ni la cultura de la población nativa. Se diseñaron nuevos estados echando mano del tiralíneas, y crearon fronteras artificiales que dividen por la mitad naciones africanas milenarias, separan a los miembros de una misma tribu o etnia, interrumpen rutas ganaderas tradicionales, desgajan zonas de cultivo y profanan lugares sagrados. A pesar de haber accedido a la independencia, los países africanos continúan sufriendo un execrable colonialismo económico por parte de las multinacionales occidentales que explotan sus recursos con avaricia. Las armas son la moneda habitual con que se paga a África su enorme riqueza natural, sus abundantes materias primas y su valioso trabajo humano. ¡Y, luego, pretendemos que no vengan! cuando sus países entran en guerras cuyo origen suele estar, para más inri, en las ansias de poder de sátrapas, tiranos y dictadores sostenidos por las potencias occidentales a cambio de privilegios económicos tras haber inoculado la corrupción y la venalidad en todos los estamentos de su estructura administrativa.
Una intensa y decidida cooperación al desarrollo por parte de los Estados, las multinacionales y las sociedades occidentales daría unos resultados mucho más aceptables. En mi opinión, la solidaridad global solucionaría el problema de la migración descontrolada, pues el deseo de abandonar el país originario, si en él se dieran unas condiciones dignas de vida, aunque intrínseco a algunos caracteres humanos, sigue siendo minoritario. Tristemente, el egoísmo y la codicia imperantes en Occidente no nos permiten abordar esta solución que redundaría también en nuestro propio beneficio. Mientras tanto, se impone por parte de los poderes financieros el neoliberalismo como la única ideología gobernante posible, lo que agrava la situación de emergencia. El propósito de acumular capital se muestra voraz y despiadado y exige un cortoplacismo que la humanidad no es capaz de soportar, y la naturaleza tampoco.
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