da miedo. Da mucho miedo pensar que ese tipo de gente pueda andar por nuestras calles. Que estos grupos fascistas ya no se refugien únicamente en zonas tradicionalmente fachas, sino que comiencen a campar a sus anchas también entre nosotros. Da miedo pensar que pudiera ser cualquiera de nuestros hijos quien hubiera quedado marcado para siempre. Pese a que la Er – tzaintza ponga ahora en duda la veracidad de las palabras del joven bilbaino que denunció haber recibido un ataque neonazi el viernes de la semana pasada, aterroriza pensar que esto pueda llegar a suceder. Pero más miedo da que chavales cada vez más jóvenes adopten como suya una ideología cuya proliferación puede tener consecuencias terribles. Que los líderes de estos colectivos sectarios se amparen en el anonimato que conceden las redes sociales para captar a jóvenes vulnerables, generalmente chicos y chicas con dificultades para encajar en la sociedad. Y que comiencen a recuperar su presencia en las instituciones europeas a través de grupos como Amanecer Dorado en Grecia o el Frente Nacional en Francia, a los que la crisis económica y la llegada masiva de refugiados sirios o inmigrantes libios a Europa están haciendo subir como la espuma. A mí me da miedo.