Se llamaba Aylan y tenía tres años

El Periodico, ALBERT GUASCH / BARCELONA, 03-09-2015

Debería ser la foto del cambio; el punto de inflexión de una tragedia que ha generado ya incontables imágenes demoledoras. Como lo fue para Vietnam la escena de la niña de 9 años que huía desnuda de un ataque de napalm. O como lo fue para la ex – Yugoslavia la escena de los refugiados de Kosovo detrás de una valla con alambre de púas en Albania.

La fotografía de la portada de hoy es posiblemente la más conmovedora del éxodo sirio. Quizá ya la más simbólica. Un niño yace muerto en la arena de una playa turística de Bodrum (Turquía) y el impacto en las redes sociales fue tan inmediato como justificado. Falta ver ahora el impacto en los gobernantes europeos, en particular entre los más reticentes a acoger refugiados, o entre los que ponen condiciones, o entre los que directamente se niegan. Una escena que debería ser el espejo de un bochorno para Europa. En Turquía hizo fortuna el ‘hashtag KiyiyaVuranInsanlik’ (La humanidad varada).

El contexto de la foto es este: al menos 12 personas, se cree que todas de nacionalidad siria, se ahogaron al hundirse dos barcas que zarparon del sudeste de Turquía en dirección a la isla griega de Kos.

Uno de los dos botes, con 16 sirios, se hundió nada más partir de Akyarlar, en la península de Bodrum. Siete de ellos perdieron la vida, siete fueron rescatados y dos seguían ayer desaparecidos. En otro bote, partiendo del mismo punto, iban ocho sirios. Cinco niños y una mujer se ahogaron; dos sobrevivieron al llevar chaleco salvavidas. Uno de esos cinco niños es el que aparece en la foto, firmada por Reuters.

Según los medios turcos, el niño de la camisa roja brillante, que yace boca abajo, sin vida, tenía 3 años y se llamaba Aylan Kurdi. Su hermano, de 5 años, también pereció en el accidente. Explicaron estos medios que procedían de Kobani, ciudad del norte de Siria y fronteriza con Turquía. Huían de los bombardeos constantes y la violencia infinita.

Un guardacostas turco no tardó en coger al pequeño en brazos y llevárselo fuera de la mirada pública. Una de esas imágenes que explican de forma precisa los terribles riesgos que muchas familias asumen al subirse a un bote precario para intentar llegar a una costa segura y vivir, simplemente, en paz.

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